BREVE Y RÁPIDO VIAJE A MÁLAGA (treinta y uno de mayo, viernes). Después, nos acercamos a Frigiliana, pueblo blanco en la serranía. Trazado urbano intrincado, con fuertes desniveles. Al parecer es uno de los pueblos más bonitos de la provincia. No lo dudo. Paseamos, pero no fotografiamos. Nos sentamos en una terraza bastante concurrida frente a la puesta de sol. Era también restaurante, lo que nos permitió seguir las arduas reflexiones de dos señoras argentinas sobre lo que más les convenía cenar. La peculiaridad de los hablantes argentinos es que, de cualquier cosa, por pequeña que sea, son capaces de construir discursos sofisticados, y cuidados en cuanto al uso de las palabras y de la sintaxis, de tal modo que, aunque no traten de nada en especial, se les escucha casi como si de una conferencia de Borges o Cortázar se tratara. Además, su entonación es rítmica, cadenciosa, cantarina. Me encanta el uso que hacen del idioma español, que tan poco se parece al que hacemos aquí, tan esquemático y desprovisto de imaginación. Asombrosamente todos hablan bien, como si tuvieran una gran cultura (quizá la tengan), o simplemente es que están especialmente dotados para el uso de palabras e ideas. No sé de dónde les viene ese arte que tan bien dominan. De los españoles no, desde luego; nosotros solo les cedimos las palabras, pero la canción la componen ellos. Yo escuchaba encantado lo que decían sobre los platos de la carta, especialmente sobre la berenjenas con miel de caña, que tanto me apetecía comer pero que no comí. Cuando terminaron sus disertaciones gastronómicas y pasaron a comer lo que habían pedido, berenjena rellena y rabo de toro, dejaron de hablar. Justo, en ese justo momento, la terraza dejó de tener interés para mí. Nos largamos…
Foto: Campo de fútbol fotografiado a la salida de Frigiliana.
17 SEPTIEMBRE 2019
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