DIGRESIÓN TRES. La prima Angélica. España (1973). Guion: Rafael Azcona y Carlos Saura. Dirección: Carlos Saura. Fotografía: Luis Cuadrado. Productor: Elías Querejeta. Intérpretes: José Luis López Vázquez, Lina Canalejas, Fernando Delgado, Julieta Serrano, Lola Cardona, Josefina Díaz, José Luis Heredia, Encarna Paso, Luis Peña. No, no me acordaba ¡¡¡Qué desastre de memoria!!! He vuelto a ver esta película y me ha dejado anonadado. No, no es una película especialmente brillante en cuanto a la realización, sin embargo, la historia que cuenta es perturbadora. La sangre de esta película corre por las venas de todos nosotros, especialmente de los que hemos sobrepasado los sesenta años y más. La trama está soberbiamente concebida, no en vano junto a Saura estuvo Rafael Azcona en el guion, ese genial exégeta del espíritu ibérico, de su aciago, tristísimo y dramático destino. Los que de algún modo fuimos, o tal vez tan solo estuvimos, podemos identificarnos fácilmente con aquella tristeza de mediados del siglo pasado que a muchos nos condenó a la insatisfacción y el malestar. Quizá, el ser humano, por el hecho de serlo, en cualquier lugar del mundo arrastra la sombra de lo que no puede ser y nunca será pero, en esta película, inevitablemente te sientes señalado porque la historia es de aquí, tanto que se te pega a la piel y al estado de ánimo desde la primera imagen hasta la última. Ahoga. Es brillante el juego de planos temporales del antes y el después, así como el mismo juego llevado a los personajes que se desdoblan en el tiempo. La escenografía, Segovia provinciana y antigua, así como la casa y el mobiliario, con olor a naftalina y sacristía, nos toca en el centro mismo de la memoria a los que hemos tenido tías abuelas parecidas a la de la película. A estas alturas, lo que fue importante en el momento de la realización, los ecos de la guerra y la postguerra, a cual peor, ya carece de sentido por muy viejo. Lo que sigue teniendo todo el sentido del mundo, y supongo que lo seguirá teniendo siempre, es la imposibilidad, lo perdido, lo que nunca llegará. Todo eso está presente en esta soberbia película que no solo lo es por sí misma, sino porque también es un canto general, poético a los fugaces momentos de felicidad y a los inmensos, vastos e infinitos momentos de pérdida y desolación. Los intérpretes están soberbios, sobre todo López Vázquez: sus rasgos, sus expresiones, su cuerpo encogido, reprimido, es un tratado de frustración hecha carne y alma.
3 DICIEMBRE 2019
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