DIGRESIÓN DOCE. Alegría, Manuel Vilas (2019). Ebook. Editorial Planeta. Encontrarme con Ordesa hace casi dos años fue un deslumbramiento: empleé cinco días de este diario para comentar mis impresiones (24 a 28 de febrero 2018). Ahora, esta segunda obra en la que aborda las mismas inquietudes emocionales, me ha vuelto a encantar. Mi absoluta empatía literaria con Vilas tiene que ver con la lúcida y compasiva mirada hacia sí mismo, inclemente y, al mismo tiempo, plena de sentido del humor, paródico a veces. Luego está su inconfundible estilo, tan inalcanzable para mí que me provoca una permanente admiración (en el hipotético e imposible caso de que pudiera elegir un modo de escritura a partir de referencias conocidas, sería muy parecido al suyo, sin duda). Sus observaciones, impresiones, percepciones emocionales y sentimentales se construyen y proyectan como un tupido encaje pleno de sensibilidad y finísimas reflexiones. Vilas sabe (también yo) de la imposibilidad de la vida, aunque él, en esta novela (también en Ordesa), se remite a sus padres, especialmente a su padre, como salvavidas. Yo, no siento mi vida sentimental tan anclada a los míos, aunque me acuerde de ellos todos los días (soy diez años mayor que él y mis padres murieron jóvenes) pero creo entenderle. Dice de su padre: “Nunca ejerció de abuelo. Nunca ejerció de abuelo porque mi padre siempre fue un dandi, esa es la razón…Un dandi de la clase media baja, pero un dandi.” Exactamente igual que el mío, lo que ocurre es que yo no lo había visto así hasta esta definición de Vilas sobre el suyo, y la he entendido y asumido como si fuera la misma en el caso de mi padre. He buscado fotos suyas (solo tengo algunas de antes de nacer yo, como la de hoy) y me he quedado perplejo ante ella, asombrado por esa risa que parece que le sale del alma, que viene de un mundo que yo ni siquiera he atisbado en mi propia vida. Hay que tener mucha clase para reír así (en toda mi vida he esbozado, ni de lejos, una risa parecida). Sin duda, mi padre, como el de Vilas, también fue un dandi, triste y penosamente malogrado, pero hombre de gran estilo. Mirando esta fotografía llego a entender la risa de mi madre, puedo conseguir colocarla como propia y natural en su vida, sin embargo, en absoluto entiendo la de mi padre. Tendré que escribir mucho sobre él (ya lo hice hace muchos años) para conseguir descifrar lo indescifrable. La obra de Vilas (creo haber leído todo lo publicado), especialmente Ordesa y ésta, me remiten a una manera de entender la escritura con la que sintonizo plenamente: la proyección en el relato de las más íntimas percepciones sobre uno mismo elevándolas a composiciones complejas y matizadísimas sobre el hecho de vivir, de respirar, de buscar lo imposible en la maraña de lo posible. Espléndida y memorable obra. Sin duda.
13 DICIEMBRE 2019
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