DIGRESIÓN TRECE. Decadencia, de Michel Onfray (2017). Traducción: Alcira Bixio (2018). Ebook. Editorial: Espasa Libros (2018). Hace algunos meses descubrí a Onfray y desde entonces es un referente ensayístico para mí: estilo sencillo, documentado (riquísimo en erudición y bibliografía) y esclarecedor de tantos aspectos de la historia, sociedad y cultura occidental. En el caso de esta obra, enorme en cuanto al amplio periodo que trata, desde la aparición de mito de Jesucristo, es decir, desde el siglo I, hasta ahora mismo, repasa con lucidez, capacidad analítica y una abrumadora documentación histórica, los grandes movimientos de todo ese amplio periodo: Cristianismo, Judaísmo, Islamismo (las religiones del libro y sus significativos hechos, creencias y, sobre todo, la incontrolada violencia que han ejercido a lo largo de la historia sobre millones de personas). Naturalmente, también se ocupa de otro tipo de religiones o fanáticas creencias: ilustración, capitalismo, marxismo, nazismo, fascismo, nihilismo…, además de, para finalizar, elaborar un acertado análisis de la situación contemporánea. No obstante, el título se refiere, me parece, especialmente a la decadencia del Judeocristianismo, civilización predominante (“Una civilización no genera una religión; es la religión lo que genera la civilización”. M. Onfray) en estos dos milenios en occidente: “El judeocristianismo ha reinado durante casi dos milenios, un periodo respetable para una civilización. La civilización que lo reemplazará también será reemplazada. Cuestión de tiempo. El barco se hunde; solo nos queda sumergirnos con elegancia.” Michel Onfray
En esta obra, plantea una posibilidad bastante plausible y atrevida (a mí nunca se me había ocurrido) que no es otra que la -no existencia del personaje de Cristo- y que solamente sea una figura literaria creada por San Pablo, los evangelistas y la patrística. “La civilización judeocristiana se construye sobre una ficción: la de un Jesús que nunca tuvo más existencia que la alegórica, metafórica, simbólica, mitológica. No existe ninguna prueba tangible de este personaje en su tiempo: en efecto, no se ha encontrado ningún retrato físico, ni en la historia del arte que sería su contemporánea ni en los textos de los Evangelios, donde no hay ninguna descripción del personaje (…) Tres décadas sin huellas. Nada sobre su infancia, nada sobre su adolescencia, nada sobre sus estudios, nada sobre su formación, nada sobre eventuales compañeros de ruta. Nada tampoco de sus juegos con sus hermanos, Santiago el Justo, José Barsabás, Judas apóstol y Simón el Zelote: San Pablo habla de Santiago, hermano de Jesús en su epístola a los Gálatas, y de sus otros hermanos en su primera Epístola a los Corintios (…) Por lo tanto, no sirve de nada leer los Evangelios como textos de historiadores, menos aún como textos redactados por testigos directos. Si Jesús hubiera existido históricamente, alguno de los evangelistas lo habría conocido: al que estuvo más cerca de la Pasión lo separa de Jesús al menos una generación (…) Pues bien, ninguno de los historiadores que vivieron en aquella época ha hablado de ese acontecimiento: ni Suetonio ni Plinio, ni Flavio Josefo siquiera, un judío que vivió entre los romanos y que hizo una crónica escrupulosa de los más insignificantes hechos y actos de los judíos y los romanos de su tiempo. No existe ningún manuscrito del siglo I de nuestra era. Flavio Josefo no habla de Jesús sino de los cristianos. Además, el párrafo dedicado a ese tema fue agregado unos ocho siglos más tarde, como prueba el análisis estilístico del documento, transcrito por monjes copistas que completaron lo que estimaron era un ¡olvido del historiador!” Michel Onfray.
He disfrutado lo indecible con esta obra y ya tengo apiladas, muy cerca, las dos o tres con las que seguiré pronto.
14 DICIEMBRE 2019
© 2015 pepe fuentes