3 ENERO 2020

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
pepe fuentes (Toledo)
Soporte de imagen
-120 MM- ACROS 100
Fecha de diario
2020-01-03
Referencia
9804

EL BATRACIO QUE QUISO SER CANGREJO
(metáfora navideña del reino animal)
Preludio I

Érase un hombre que se sentía incómodo con su imagen. Su descontento estético se concretaba en colgajos, flacideces y excrecencias grasientas que anidaban impunemente en concavidades visibles justamente en el escaparate de su marchita cara, debajo de la barbilla. Esos desprendimientos le hacían parecer más un feo batracio que un hombre en su condición de digna y circunspecta apariencia. Pensó que un retoque quirúrgico podría aliviarle la contrariedad; no obstante, lo sopesó mucho durante bastante tiempo porque no confiaba que la mera intervención quirúrgica, aparte del coste y la asunción de las dolorosas molestias, pudiera conseguir solucionar nada sustancial en su vida. El inestable y dubitativo personaje incorporaba al balance reflexivo la incontrovertible circunstancia o momento vivencial de que ya no frecuentaba el mundo y sus vanidosos escaparates, y tampoco lo haría en su inexistente futuro. Es más, el individuo, que nunca había sido un hombre popular y conocido por casi nadie, últimamente se había refugiado en una impotente, resignada, feroz y decidida misantropía. Luego, ¿a quién podía importar su invisible imagen? Evidentemente a nadie. En todo caso, sería únicamente a él cuando viera su avejentado aspecto en el espejo o se fotografiara (una recurrente y obsesiva manía que ya duraba demasiado, y no por autoexpresión “artística” sino tan solo por un autocomplaciente aburrimiento). Tampoco le trabajaba, conscientemente, una loca y vanidosa autoafirmación, sino tan solo ensoñaciones estéticas. En cuanto a cómo le vieran los demás y que pudieran verse contrariados por su evidente y desmejorada presencia, no creía que pudiera ser un problema: ni a su hijo Gabriel, ni a sus nietas, ni a sus amigos (tan solo dos o tres) pensaba que podía importarles. Y para su amada Naty tampoco creía que pudiera ser inasumible su horroroso aspecto de bulldog, aunque le animaba a que intentara parar el brutal decaimiento de carnes y pellejos. A este hombre también parecía quererle su perrito (Míster Brown): no manifestaba disgusto por su aspecto y tampoco se avergonzaba de que le sacara diariamente semejante espantajo, aunque su repetidas escapadas de los últimos tiempos, al final de los paseos, podrían suponer sospechosas muestras de desapego o ganas de mejorar la apariencia de su mundo…

Pepe Fuentes ·