4 ENERO 2020

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
pepe fuentes (Toledo)
Soporte de imagen
-120 MM- ACROS 100
Fecha de diario
2020-01-04
Referencia
9808

EL BATRACIO QUE QUISO SER CANGREJO
(metáfora navideña del reino animal)
Preludio II

A pesar de la más que probable incomodidad, se sentía tentado a probar el radical y cruento tratamiento ya que, además, su querida Naty le animaba a someterse a tan exigente prueba y no era porque ya no le gustara (al menos eso decía), sino porque estaba convencida de que él se sentiría mejor. Era imposible mayor generosidad por su parte dado que, en caso de que se decidiera, tendría que soportar sus seguras memeces postoperatorias. Era un hombre mimado por quién más le importaba (no era consciente del todo de la suerte que tenía). A pesar de todo, irresoluto y medroso, no acababa de decidirse. Los cálculos económicos tampoco le ayudaban a decir sí, dada la incierta rentabilidad de la operación:  según la cirujana plástica, si todo salía bien, los beneficios (el decaimiento empezaría al día siguiente) podían prolongarse diez años, por lo que la inversión podría resultar interesante, siempre y cuando el susodicho tipo los aguantara vivo porque si , por ejemplo, se moría en dos años,  el negocio sería ruinoso. Además, sin estar invitada, subrepticiamente, se había presentado en la ceremonia de la duda el sentido católico de la culpa, tan arraigado también en él, a pesar de declararse profundamente ateo a fin de reducir los daños colaterales de la creencia que no tenía. Nunca había sabido desprenderse del todo de ese pernicioso lastre. Algo así como: -hay que mortificar al cuerpo, lo único que poseemos para contentar a Dios, en aras de una más elevada espiritualidad y ganarnos el favor del supremo hacedor (como Jesucristo, que se inmoló por ser su hijo, según dicen) y, desde luego, no contradecir sus designios naturales,  permitiendo que el deterioro actúe natural y cruelmente, a sus anchas y sin control, tal y como Él ha determinado-. Todo apuntaba a que había que rechazar la frivolidad. Sin embargo, el ambiguo individuo pensó que si no lo hacía, siempre le quedaría la duda de cómo podría haber quedado la reparación. Parecía que, secretamente, había tomado la decisión afirmativa, pero buscaba desesperadamente una coartada, al menos teórica, para hacerlo. Un cierto deseo le había poseído. Cuando la tentación toma cartas en el asunto es muy difícil sustraerse a su poderoso influjo, al menos para tipos como él. Empezó a saberse perdido cuando se preguntó, como quien no quiere la cosa: ¿y por qué no? Experimentaría una especie de juego que supondría burlar o parar lo imparable, o dar un salto atrás a diez años antes, al menos en un pequeño aspecto de mi físico. En plan metafísico y casi ingenuamente literario: “un quiebro al rencoroso paso del tiempo” . Como se veía venir, dijo Sí, lo que suponía asumir el tremendo desembolso económico e incontables e insoportables dolores y quebrantos físicos…

Pepe Fuentes ·