VIAJE A MÉXICO, Julio 2019
Basílica Virgen de Guadalupe:
domingo catorce, por la mañana
Primero, Salvador nos llevó a una tienda de artesanía y objetos religiosos donde había gran abundancia de motivos Marianos.
Frente a un cuadro de la Virgen aparecida varias veces al indígena (renombrado como Juan Diego), nos explicó con gran profusión de detalles y mucha fe, los distintos elementos que contenía la pintura, realizada sobre arpillera de maguey.
El cuadro, bastante mediocre y rudimentario, tenía unas dimensiones de un metro por metro y medio, aproximadamente.
Cuando, imprudentemente, o no tanto, le pregunté a Salvador quién había realizado el cuadro original, que era adorado en la basílica, noté en él un cierto malestar ya que Salvador parecía convencido de que el cuadro tenía origen divino.
Para que su creencia resultara incontestable nos dijo que los pigmentos, según un estudio de la NASA, no pertenecían a materia orgánica existente en la tierra.
O, dicho de otro modo, seguramente Salvador creía que en la corte divina estaban perfectamente enterados de las técnicas y formatos artísticos que nos gastábamos por aquí, los terrícolas.
Millones de personas siguen creyéndolo a través de los siglos, continentes enteros lo creen, todos los papas lo han creído (había un monumento a uno de hace nada, polaco) y hasta el de ahora también lo cree. Salvador, nuestro guía, también. Luego debe ser verdad.
El cuento resultó ameno gracias a que Salvador era un gran narrador, con pausas y progresión literaria muy elaborada y fluida.
Tenía oficio Salvador…