VIAJE A MÉXICO, Julio 2019
Teotihuacán II:
domingo catorce, por la mañana
Pero, entre las muchas y abrumadoras teorías que nos ofreció este arrebatado divulgador, la que más me impresionó fue la que situaba físicamente el alma en el centro mismo del cerebro.
Lo escenificaba señalándose con un dedo, e inconmovible seguridad, el centro mismo de la frente (quizá, la hidrocefalia aguda que padecía este tolteca, fue a causa de una tormentosa actividad del alma).
Su certeza no daba lugar a dudas.
Había necesitado viajar lejos, hasta la sombra de un árbol en Teotihuacán, para encontrar, inesperadamente, la respuesta a un enigma que, aunque no me atormentaba, sí me había intrigado desde siempre: saber si el alma existe y dónde se podía encontrar. Por fin tenía la respuesta para las dos preguntas. ¡¡¡Respiré aliviado y agradecido a ese locuaz vendedor de delirios!!!…