DIGRESIÓN DOS. Mientras dure la guerra. España (2019). Guion: Alejandro Amenábar y Alejandro Hernández. Dirección: Alejandro Amenábar. Música: Alejandro Amenábar. Intérpretes: Karra Elejalde, Eduard Fernández, Santi Prego, Patricia López, Inma Cuevas, Nathalie Poza, Luis Bermejo, Mireia Rey, Tito Valverde. Emocionante para mí reencontrarme con Miguel de Unamuno, protagonista absoluto de esta historia, ya que, recién salido de la adolescencia, fue mi autor de cabecera (hasta un poster enmarcado tuve en mi habitación); otro de los muchos absurdos de mi deficiente formación y experiencia (en aquellos momentos debería haberme ocupado de movimientos de liberación sexual y cosas parecidas, y Unamuno estaba en las antípodas de semejantes desahogos). Por supuesto, mi ingenua y desinformada mitomanía no dio de sí para vislumbrar el alcance intelectual del personaje y, mucho menos, el papel que jugó políticamente en la España de la primera parte del siglo XX. Llevo muchos años sin releerle. Ahora, Amenábar se acerca a sus seis últimos meses de vida en las inmediaciones de la tremenda tragedia que se nos vino encima (todavía estamos pagando por tanto daño y dolor). Vi la película con enorme interés y con una sensación contradictoria porque, en algunos momentos, me parecía una retahíla de tópicos, una popularización excesivamente esquemática, acartonada y poco matizada y, en otros, especialmente al día siguiente recordando el interesantísimo perfil de los tres protagonistas principales (Unamuno, Millán Astray y Franco), sentí conformidad y satisfacción de haber visto una muy plausible versión y recreación de unos personajes tremendamente cercanos a todos nosotros, a nuestra manera de sentir y ser ibéricos. No entro a discernir la exactitud de los hechos históricos porque en este caso es secundario y porque se parecen mucho a lo que pudo suceder, sin duda; y tampoco a conjugar lo que no debió suceder nunca y quién tenía más o menos razón moral y política, porque ya carece de sentido; sin embargo, sí me ha interesado mucho la caracterización de cada uno de ellos: Unamuno, lúcido, contradictorio, sentimental, valiente e inconformista, honesto siempre; Millán Astray, excesivo, histriónico, apasionado, inteligente, desprejuiciado, brutal, expeditivo y entregado a sus principios y convicciones (sin su intervención, quizá Franco no hubiera llegado tan lejos); Franco, (“Franquito el cuquito que siempre va a lo suyito” como lo definió Sanjurjo y en la película recuerda Cabanelles, presidente de la Junta Militar que inició el alzamiento), enigmático, artero, frío, calculador, prudente, ambicioso, hogareño y trivial (Amenábar lo presenta como un tipo tremendamente limitado y bobalicón), pero, a pesar de todo y sobre todo, peligroso siempre. Creo que Amenábar exagera un perfil de un Franco esperpéntico que bordea la deficiencia mental, lo que no creo que fuera así ni mucho menos porque, además, diría muy poco de una mayoría de españoles que a lo largo de, nada menos que cuarenta años, le aclamaron. Para mí, el interés de la película radicó en la mezcla de esos tres personajes en los que Amenábar está suficiente y hasta oportuno, dado los tiempos que corren. La crítica ha sido unánime en elogios y loas, salvo un tal Carlos F. Heredero que sintetiza diciendo que “destila naftalina por casi todos sus fotogramas”. Sin embargo, no creo que sea para tanto, ni una cosa ni otra. Es una película divulgativa y hasta didáctica, digna y voluntariosa, con momentos más que estimables y, sobre todo, cuenta con unas interpretaciones memorables, especialmente Karra Elejalde. Mejor que haya sido hecha, sin ninguna sombra de duda.
3 MARZO 2020
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