DIGRESIÓN TRES. La trinchera infinita. España (2019). Guion: Luiso Berdejo y José Mari Goenaga. Dirección: Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga. Fotografía: Javier Agirre Erauso. Intérpretes: Antonio de la Torre, Belén Cuesta, Vicente Vergara, José Manuel Poga, Emilio Palacios, José María del Castillo. Carlos Bernardino.
Ahoga, sobrecoge, impresiona. Y lo hace porque suena a verdad. El primer fotograma, un magnífico plano de una calle de un pueblo blanco que te sitúa en una recreación espacial de la época sencillamente perfecta, lo que sucede después a lo largo de nada menos que treinta y tres años y unos planos finales de luz cegadora. Asombrosa ambientación de un espacio cerrado, claustrofóbico. Y lo es no solo porque técnica y dramáticamente está irreprochablemente resuelto, sino porque desde dentro se respira la atmósfera de fuera. Asfixiante. Nunca había visto una historia parecida y, aun sabiendo que los topos existieron, no me había parado a pensar seriamente cómo pudo ser la historia de sus vidas. Cómo sobrevivieron a un miedo constante, diario, al puro e incesante terror. Me parece una experiencia imposible, inaguantable. Todo el espanto y la mediocre grisura de la dictadura franquista están contenidos en la angosta oscuridad de una cueva en una casa de pueblo. De principio a fin. Terrorífica metáfora que, lamentablemente, es puro hiperrealismo de lo que nos sucedió a los españoles y que, por nuestra aciaga naturaleza, muy probablemente merecimos ¡¡¡Qué mal nos salió la vida a lo largo de tantos años, qué funestamente mal lo hicimos!!! Sí, todo eso está concentrado en esta impresionante película y ahí radica su grandeza, justamente en su complejo minimalismo. Dado su generoso metraje como primera impresión puede parecer “larga”, pero ni mucho menos lo es. Unas horas después de haberla visto hasta corta me parece. Sí, corta porque suceden muchas cosas a lo largo de mucho tiempo cronológico y las soberbias caracterizaciones e interpretaciones hacen que te metas en la historia intensamente y acompañes a los protagonistas con la naturalidad del transcurso de un tiempo que se parece mucho al real. Antonio de la Torre está sobrio, intenso, profundo: inmejorable. Ahora me pregunto quién pudo arrebatarle injustamente el Goya al mejor actor protagonista. Da igual quien fuera. Menos mal que Belén Cuesta lo consiguió (ambos se lo merecían). Película grande por difícil, verdadera y tan cercana como la propia piel.