LA PENÚLTIMA VEZ QUE ME ADENTRO EN EL CUARTO OSCURO II.
“El fotógrafo, como un acróbata debe desafiar las leyes de lo probable e incluso de lo posible; en último término, debe desafiar las leyes de lo interesante: la foto se hace “sorprendente” a partir del momento de que no se sabe por qué ha sido tomada”. Roland Barthes
En estos dos últimos meses me he dedicado a copiar una selección de imágenes de los dos últimos años (y unas poquitas anteriores).
El criterio de selección no ha obedecido a propósitos racionales, parámetros ortodoxos o unidades temáticas, es decir, elijo tan solo lo que a mí me dice “algo” o me apetece trabajar en ampliadora.
He copiado negativos de la cámara pequeña y de la grande ¡¡¡tan viejas ambas!!! Los tamaños han oscilado desde 18*23 hasta 50*60 cm y medidas intermedias. El número de copias, en torno a 300 a partir de 150 imágenes; todas ellas convenientemente fijadas, lavadas y viradas al Selenio o al Cloruro de oro. O dicho de otro modo, una bien intencionada y fiable técnica de conservación que podría hacerlas durar varias generaciones (no sé muy bien cuanto sería eso pero desde luego más de un siglo).
Hasta ahí, todo más o menos normal, si supiera por qué lo hago.
Quizá sea por una irracional y absurda necesidad de inmortalidad: algo así como necesitar que al menos algo de lo mío dure mucho (tanto como el Spinosaurus que pasea por el bosque). Me desespero (de desesperanza) cuando caigo en la cuenta de que después de muerto mis enjoyadas copias irán a un estercolero. Pero eso no lo pienso, porque, a fin de cuentas, uno vive como si no fuera a morir nunca, porque si no para qué (lo de vivir). Es imposible pensar realmente en la muerte y mantenerse vivo y además hacer cosas…
PS. Negativo: 120 mm. Tamaño 28*35 cm. Papel: Ilford Multigrado Baritado. Virada al Cloruro de Oro.