LA PENÚLTIMA VEZ QUE ME ADENTRO EN EL CUARTO OSCURO III.
“La tecnología digital aumenta nuestra capacidad de engañarnos a nosotros mismos al aumentar nuestras posibilidades de manipular imágenes”. Jose Luis Pardo
En fotografía: lo digital, a la pantalla, lo analógico, al apestoso y alquímico cuarto oscuro (la cámara mortuoria de Tutankamón otra vez).
La diferencia entre lo digital y lo analógico, para mí, se asemeja a la distancia que podría existir entre lo humano y lo robótico, y no lo digo porque los artífices digitales sean robots, sino tan solo porque el tiempo de observación e interiorización de lo visto, luego fotografiado y procesado analógicamente, tiene más que ver con lo estrictamente mecánico y artesanal, es decir con el tempo respirado.
En mi persistente enajenación es lo que imagino.
No obstante, estas peculiares e insensatas opiniones, juro por los dioses de la fotografía que nunca las defenderé sin vergüenza o dudas. Seguramente son puro solipsismo y arbitrariedad; pura mentira y nada más.
Decía ayer que lo esencial es el acto de copiar en sí, que completa y armoniza el gesto de fotografiar y fijar la imagen en haluros de plata, que no en pixeles.
Es un acto en parte simbólico y en parte de una agobiante materialidad, propio y coherente, que me sirve para alcanzar la paz por la vía de un cierto fastidio.
Todo está bien así: el círculo se cierra armoniosamente.
A mí, por lo que sea, me ha tocado el papel de esforzado, anónimo y oscuro aspirante a fotógrafo antiguo, sin conseguirlo del todo (lo digo porque nunca se llega a ser algo absoluta y verdaderamente).
También aspiro, íntimamente, a encontrar el sentido, o mi verdad más viva y auténtica; sobre todo para no caer en la más absurda tontuna. A pesar de la aparente seguridad, me caben ciertas dudas, cómo no…
PS. Negativo: 120 mm. Tamaño 22*28 cm. Papel: Ilford Multigrado Baritado. Virada al Cloruro de Oro.