BREVE DIARIO (de incierta e intermitente duración) DE UNA PANDEMIA UNIVERSAL CONTEMPORÁNEA IV
Domingo, quince de marzo, a media mañana.
Ayer, por la noche ya, nuestro heroico gobierno, que ni siquiera se levantó temprano (el consejo de ministros comenzó a media mañana, cuando tenían que haber madrugado, como mínimo como un sencillo panadero), decretó (a la hora del aperitivo o del té con pastas, sin prisas) unas medidas que suponen las restricción de movimiento de las personas en los espacios públicos (salvo para ir a la peluquería y algunas otras cosas, como comprar comida y tabaco).
Sigo sin hacerme una idea firme y cierta de qué es lo que más nos conviene.
Todo el mundo coincide, los jefes políticos los primeros (también los medios de comunicación), en que lo necesario es restringir los movimientos y no acercarnos a los demás a menos de un metro.
No tengo problemas con eso. Me gusta y tranquiliza la idea. Nada bueno espero de los otros.
No obstante, a priori, no rechazo a nadie, es más creo ser un ser civilizado y solidario si llega la ocasión. No odio a las gentes, ni mucho menos; solo que, como no espero nada de ellas, procuro no perder el tiempo prestándolas atención.
Creo que, salvo que ocurra algo significativo y convulso, dejaré por el momento el diario de la crisis que, como el propio título anuncia, es intermitente, no sin antes expresar mi confianza de que lo más duro no se prolongará más allá de quince o veinte días, o tal vez un mes, como mucho.
18 MARZO 2020
© 2009 pepe fuentes