VIAJE A MÉXICO, Julio 2019
San Cristóbal de las Casas:
sábado veinte, por la mañana
A las seis de la mañana comenzaron a estallar cohetes y fuertes explosiones que sin duda despertaron a todo el mundo, menos a Naty que dormía apaciblemente.
Amaneció un día soleado, aunque algo fresco.
Habíamos quedado con la agencia a las nueve de la mañana. Se presentó Bruno, el chico del día anterior, para acompañarnos en las visitas.
Lo primero fue acercarnos hasta el punto exacto donde se construyó la primera casa de la ciudad, en la parte más alta; luego nos dirigimos al mercado popular.
Los primeros puestos de venta que vimos eran de artesanía y ropa.
A medida que nos adentrábamos por los angostos pasillos, estos se bifurcaban, retorcían y estrechaban.
Llegamos a la zona central donde, a través de una especie de estrechos tragaluces, se podía ver una gran sala donde se desplegaban centenas de puestos de comida: carnicerías, pescaderías, salazones y chacinería.
Bruno no tenía ninguna intención de que bajáramos, no obstante, yo me empeñé por si conseguía alguna foto. Eso hicimos. Sin embargo, no fue posible porque el umbral de luz era tan escaso que ni siquiera lo intenté.
Salimos de la sala central y seguimos caminando por los intrincados pasillos. Los puestos estaban tan juntos que las cubiertas de unos y otros se unían en el centro, luego no dejaban que entrara la luz. Las abigarradas mercancías chocaban unas con otras. Nadie compraba.
Salimos del laberinto después de una hora, más o menos…