VIAJE A MÉXICO, Julio 2019.
De Campeche a Mérida. Kabah y Uxmal:
jueves veinticinco, por la mañana.
Salimos a las ocho y media en dirección a Mérida. Nuestro guía-conductor, llamado Emilio, hablador y animoso, se empeñó en relatarnos los procesos agrícolas y ciclos naturales de los lugares que atravesábamos: campos al borde de la selva misma.
Hablaba intermitentemente. Con el ruido del coche no era fácil entenderle.
A las once llegamos a las ruinas mayas de Kabah. Empleamos una hora en ver el recinto, pequeño pero con elementos decorativos sofisticados, entre ellos dos figuras de personajes importantes adosados en la pared de un templo dedicado al Dios Chaac de la lluvia.
Las iguanas se enseñoreaban por el lugar.
De Kabah a Uxmal, donde llegamos a las doce.
Se trataba de un conjunto de construcciones Mayas, espectaculares y bastante bien conservadas: Pirámide del Adivino (la fotografía de hoy), Gran Pirámide, el espacio llamado el cuadrángulo, Palacio del Gobernador, Casa de las Tortugas, Casa de las Palomas, el Cementerio y algunas más.
Después nos dirigimos a una hacienda de origen colonial llamada Ochil, donde comeríamos. Buena comida, acompañados por Emilio, con el que seguimos charlando sobre México.
Después de comer continuamos viaje hasta Mérida.
Llegamos a la ciudad a las cinco y media, bajo el intenso diluvio de cada tarde. El hotel Marionetas (de los llamados boutique) fue una agradable sorpresa, con una decoración nueva, actual, cuidada y toques propios de cultura y artesanía de la zona.
Después de ducharnos y esperar a que escampara salimos a callejear. No nos llevamos las cámaras porque era prácticamente de noche.
Llegamos a la plaza grande, donde se encuentra la catedral, y continuamos por calles aledañas hasta llegar a la plaza de Santa Lucía, donde había bastantes terrazas de restaurantes.
En la plaza estaba prevista, a partir de las ocho, la actuación de un grupo de música popular. Aunque era pronto, nos sentíamos algo cansados y decidimos volver.
En una de las esquinas de la calle donde se encontraba el hotel, había un bar llamado La Negrita, que se adivinaba muy concurrido.
Decidimos entrar a tomarnos una copa. Era muy grande, ocupaba varios espacios y hasta tenía un patio interior.
La música sonaba muy alta. Conseguimos una mesa en el patio pero enseguida comenzó a llover por lo que tuvimos que refugiarnos dentro en un huequito en una de las barras.
Tomamos unas cervezas con patatas fritas y después un cóctel de mezcal.
Un tipo joven que se encontraba a nuestro lado se dirigió a Naty y conversaron un rato. Yo me inhibí.
Cuando más a gusto estábamos, en torno a las nueve, nos informaron de que cerrarían la barra en media hora y el bar a las diez. Nos contrarió porque nos sentíamos muy cómodos en ese bar.
Nos acostamos a las diez y media.