11 JULIO 2020

DIARIO DE ENVEJECIMIENTO NUEVE, del veintiocho de junio de dos mil veinte (9:30 A.M.)
… Ayer, me regocijaba con la idea consoladora de que la salud me acompaña fielmente. Pensaba básicamente que no sufro disfunciones físicas que me entorpezcan o que me enfrenten con la idea de una muerte próxima con dolor, aunque el agotamiento del crédito de tiempo que me queda es aterrador. Sí, hablaba de salud, pero eso me ha llevado a preguntarme en qué consiste la salud, más allá de no tener dolores de cabeza ¿Acaso la salud no es también tener recursos mentales y presencia de ánimo para afrontar la vida? Ser valiente, por ejemplo; acaso la cobardía, o la timidez, o las limitaciones sexuales, o el desequilibrio emocional, la escasa capacidad de concentración, o los complejos, o la incompetencia social, o la tendencia a mantener enfermizamente obcecaciones idiotas, y tantas y tantas cosas ¿no son acaso un cuadro clínico que se podría calificar como falta de salud? Porque cada una de esas circunstancias nos hacen sufrir (quiero decir, que me hacen sufrir). Desde luego que sí. De una apendicitis te operan y listo; o contra molestos dolores, analgésicos; o si padeces una infección, antibióticos y ya está. Sin embargo, para lo otro no hay terapias posibles; luego de salud, casi nunca se está bien, yo por lo menos no. Otra cosa son las enfermedades irreversibles, mortales, que me merecen todo el respeto, consideración y pena cuando hacen presa en conocidos, amigos o familiares…