DIARIO DE ENVEJECIMIENTO DIEZ (bis)
…No he sido hombre de muchos amigos (no han llegado a diez a lo largo de toda mi vida); ahora tan solo me quedan dos o tres, y en irreversible proceso de extinción. Uno de los síntomas más notorios de envejecimiento, además del evidente deterioro físico con músculos y piel convirtiéndose en infames colgajos, es que los amigos van perdiéndose en la nebulosa del tiempo (antes diez, ahora dos), y no porque se hayan muerto (mis examigos serán más longevos que yo, seguro, por el momento no hay bajas, que yo sepa), sino porque hemos decidido, ellos y yo, olvidarnos unos de otros. Cuando llegue a cero amigos estaré asomándome a la sima de la que no se vuelve. Es un proceso natural ante el que no puedes rebelarte. Es así y punto. El decaimiento de la actividad social y amigable se parece al de la líbido que también se extingue inexorablemente: dejas de desear otros cuerpos, dejan de interesarte otras vidas. Y hablando de sexualidad (de erotismo, mejor no hablar), quizá la única alternativa para que no se muera del todo sea el onanismo (infrecuente). Lo mismo pasará con las relaciones interpersonales: ante la falta de interés de unos y otros, tendremos que refugiarnos en el onanismo social. Podría parecer que estoy deprimido, y nada más lejos de la realidad; hoy, sábado por la mañana, estoy de un excelente humor: me he levantado a las siete (cualquier otro día sería a las seis), he abierto la puerta a Charlie para que hiciera sus necesidades, he hecho algo más de media hora de ejercicio, me he puesto rock mientras preparaba el desayuno, y he bailado un poco (nunca he bailado en la cocina, y casi en ninguna parte, salvo cuando quería ligar, o mejor todavía, follar). Más tarde, cuando la reina de mi casa ha acudido a desayunar, hemos bromeado un poco (lo pasamos estupendamente gastándonos bromas). A continuación, me he puesto a escribir estas divagaciones que me ponen de mejor humor todavía…
13 JULIO 2020
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