LOS FORASTEROS NO SON BIEN RECIBIDOS POR LOS PALETOS DEL LUGAR. Hace unos días, escribí a propósito de mis exiguas, infrecuentes y prescindibles opiniones políticas; sí, esas que no recibieron el más mínimo respaldo de mis amigos y que tenían que ver con mi recientemente estrenado espíritu antimonárquico y antinacionalista. Pues bien, días después, me encontré con la noticia de que los Reyes jóvenes, los de ahora, que parecen buena gente, fueron de visita a territorios nacionalistas y hostiles (Cataluña) y nadie les abrió la puerta, salvo unos monjes, es decir, la iglesia, porque debieron asumir el papel de compasivos y así evitar bochornos mayores. La escena podría ser la de un spaghetti western, algo así como que los reyes, solos (nadie sale a recibirlos), avanzan por una calle solitaria y polvorienta mientras puertas y ventanas se cierran sonoramente a su paso. Al fondo, en un cartel: -Forasteros, fuera, no sois bien recibidos en este pueblo-. Los medios de comunicación apenas si se han hecho eco de tan perfecto, ofensivo y grandísimo desaire, como si la visita fuera de cualquier ciudadano sin significación alguna. Ni la más mínima y elemental cortesía, hospitalidad o, si se quiere, principio diplomático. El gesto se parecía bastante a una sórdida e irrespetuosa declaración de guerra (a los enemigos hay que combatirlos, pero también respetarlos). El alcance del gesto no es imposible percibirlo, a pesar de que nadie quiera verlo: con razón o sin ella, los reyes (mientras sigan siéndolo y ejerzan sus funciones) representan a millones de españoles a los que, los sectarios paletos, simbólicamente, también han cerrado la puerta en las narices. Tenía razón el otro día cuando abogaba por arrebatarlos inmediatamente su condición de españoles a esas gentes ineducadas y groseras. Algo así como cuando a los traidores se los condenaba al destierro. Reflexión en clave de western ibérico, rencoroso y vengativo: “Alguien dejó la puerta abierta y entraron los perros equivocados” Clint Eastwood
26 JULIO 2020
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