DIARIO DE LA GANA Y LA DESGANA 1:
- Sigo levantándome a las seis de la mañana, porque sí, como si llevara prisa (que la llevo) para llegar a algún sitio donde no me espera nadie.
- Charlie Brown y yo tardamos media hora en prepararnos para salir de casa (Charlie se enfada mucho cuando le calzo), por lo que salimos con el fulgor de las estrellas debilitándose.
- A mi perrito no le cuesta caminar ni correr y lo hace con Ganas, a pesar de llevar zapatitos en la dos patas delanteras para proteger sus frágiles almohadillas (llevamos meses curándole diariamente heridas entre los dedos de los pies delanteros); a mí, sin embargo, me cuesta mucho caminar y lo hago con Desgana, además también tengo que protegerme con tiritas las heridas provocadas por mi empeño en andar con sandalias. Pero lo peor es la Desgana, y para eso no sirven tiritas.
- Nuestro paseo dura hora y media, eso sí, despacio (yo, que no Charlie porque todavía es un animal joven y corre y corre como si no hubiera un mañana). Vuelvo con Ganas de aposentarme en mi cheslong de escribir y revelar (mi New Age fotográfica) y no moverme el resto del día.
- Fuera, en la calle y en el mundo, la pandemia crece y crece, amenazante, abrasiva y, lo que es mucho peor, mortal. Me recuerda La máscara de la muerte roja, de Edgar Allan Poe, pero en versión prosaica, sin misterio ni belleza (y con tipos tan inelegantes como Simón (Fernando), el portavoz confuso) …