DIARIO DE REVELADO (digital) TRECE, del siete de Septiembre de dos mil veinte (lunes)
“Para mí el trabajo es parte de la vida, no sé distinguir entre ambas cosas. El trabajo es una expresión de la vida». Orson Welles
Cada día trabajo varias horas para hacer ese fracaso más perfecto, mejor acabado. Sin dudosas fisuras. A fe mía que lo estoy consiguiendo, virtuosa y virtualmente. Aunque no se puede ser más inútil, llegaré más y más lejos, más de lo imaginable. Pero, para que ese empeño tenga visos de autenticidad, tiene que ser, necesariamente, siendo muy bueno en lo que me he empeñado. Cualquiera puede levantarse un día y estropear lo que esté haciendo (fracaso vía exprés) tirando su trabajo por la ventana o quemando sus papeles en caso de escribir, o, en mi caso, quemando los miles y miles de negativos, o directamente, tirándose uno mismo por la ventana. Pero así no vale, para ser un perfecto fracasado no hay que rendirse nunca. Lo que únicamente da visos de autenticidad a un fracaso es que se haya intentado furiosamente tener éxito; procurar hacer las cosas todo lo bien que uno sea capaz y a conciencia, sin escatimar esfuerzos y recursos (yo creo haberlo hecho así siempre). Me pregunto: ¿hasta dónde puede llegar la inepcia de alguien? Hasta el infinito, hasta lo impensable, me parece, y yo me considero un vivo ejemplo, sin apelativos (solo me falta fracasar en fracasar, pero podría ser). Por eso no me rindo, todavía puedo ir mucho más lejos, más rápido, más alto. Después de cuarenta años esculpiendo una aparatosa “obra” fallida en soportes analógicos y monocromáticos, me he lanzado a completarla en soporte digital y tecnicolor, para así redondear y completar el propósito sin fisuras, sin puntos muertos o pertinentes interrogantes. Que formalmente no falte nada, por Dios…
28 SEPTIEMBRE 2020
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