11 NOVIEMBRE 2020

DIARIO DE REVELADO (digital) VEINTISÉIS, del treinta y uno de octubre de dos mil veinte (sábado).
A pesar de que nunca he fotografiado profesionalmente, lo que significa que mi actividad nunca se ha visto intervenida por intereses ajenos al estricto hecho de fotografiar, no he sido capaz de articular conceptos básicos mínimamente interesantes o reveladores. Tiempo de hacerlo he tenido, desde luego (más de cuarenta años). Eso me inquieta y decepciona. Debo ser un idiota, sin eximentes ni coartadas. Cualquiera puede saber por qué hace lo que hace y no otra cosa (la personalidad está conformada por lo que se hace y no se hace); es decir, saber el porqué de mi decisión de encuadrar unos temas y no otros y, además, saber contarlo, o más bien contármelo a mí mismo. Ahora que ya atardece, que apenas me queda tiempo para nada, tengo una prisa enorme por terminar algo que me tranquilice y no me vuelva loco de culpa y sensación de fracaso. Voy de un lado para otro, con apariencia tranquila, aunque solo yo sé que ando como pollo descabezado. Y si no, por qué me ha dado a estas alturas por revelar digitalmente cuando lo que tendría que hacer es retirarme a velar una obra de largo aliento. Nada he conseguido; sé que mi infinito propósito, finalmente, se ha concretado en una puta y execrable obrita sin importancia. Y confusa, sobre todo confusa. Maldita sea…
La fotografía (de las series de animales en la India): Perro reflexivo y parece que pesaroso. Tan solo llego a identificar unos pocos de mis temas fotográficos preferidos: los animales, y sobre todo los perros, están entre ellos casi como protagonistas estelares. Son seres melancólicos por naturaleza, capaces de expresar una infinita y abúlica tristeza.