DIGRESIÓN CINCO: 1984 (Nineteen Eighty-Four). Reino Unido (1984). Guion: Michael Radford (Novela de George Orwell). Dirección: Michael Radford. Fotografía: Roger Deakins. Intérpretes: John Hurt, Richard Burton, Suzanna Hamilton, Cyril Cusack, Gregor Fischer, James Walker. Andrew Wilde, Shirley Stefox.
En esta segunda versión, veintiocho años después de la primera (comentada ayer), pasamos del contrastado blanco y negro al muy contrastado color. De la abstracción simbólica del monocromatismo, a un cruelísimo e inclemente color, de bajos tonos, sucio, denso y dramático, acorde con la alienación y embrutecimiento en el que sobreviven arrastrándose los oprimidos habitantes de Oceanía. Narrativamente, ambas versiones contienen los mismos hechos (a los personajes les ocurre lo mismo), pero ésta me impresionó más porque es lacerante. La otra, a pesar de plantear esencialmente lo mismo, es abstracta, onírica , y hasta esteticista. Ésta es sucia, maloliente, cruel, vívida y creíble. Pegajosa y asquerosa. Se podría escribir interminablemente sobre las retorcidas y diabólicas estrategias que urde y materializa el Partido Único, como es la neolengua, con fines represivos, basándose en que las palabras eliminadas, luego prohibidas, al no ser dichas eliminan la posibilidad de que sean pensados los valores que definían. Siento escalofríos si pienso en ciertas analogías que pueden estar sucediendo aquí y ahora, sin darnos cuenta: la utilización de la lengua como arma arrojadiza y beligerante; o cuando diariamente, los gobernantes manipulan el significado de las palabras, por ejemplo, moralidad: recurren a esa palabra como coartada para actuar contra el marco legal y soberanía de los administrados, y así justificar una acción en su propio beneficio que supone un ataque brutal a la más alta acepción de la palabra. Clamoroso y corrupto manejo de la lengua. Es un diabólico ejercicio de poder a través de una perversa neolengua propia, cotidiana. Por no hablar de la fuerte represión que se espera contra el idioma español en muchos territorios. Crearan el Gran Hermano en los patios de los colegios. Espeluznante. En la historia de Orwell, que curiosamente vivió la guerra civil española en primer plano lo que le influyó en la creación de la novela (*), existe un Ministerio de la Verdad (donde trabaja el protagonista) que se dedica a modificar la historia de acuerdo con los intereses de los gobernantes opresores. También de inquietante simbolismo, aquí se ha creado una Comisión permanente (de rango gubernamental) contra la desinformación, y se ha promulgado una Ley de Memoria Democrática; ambas iniciativas de carácter univoco y doctrinario.
Volviendo a la película, se trata de una adaptación brillante, aunque inevitablemente sobrepasada por la dimensión y angustiosa trascendencia de la aterradora realidad planteada por Orwell. Consigue, nada menos, mostrarnos la capacidad del ser humano para anular absolutamente la voluntad y valores esenciales de otros humanos y que lo consideres, más allá de la creación artística, como perfectamente creíble. La humanidad ya ha vivido el nazismo y el comunismo. Todo es posible, por muy alucinante e inaudito que parezca, por eso la película desasosiega. Solo deseo que no sea una escalofriante premonición.
(*) “Ya de joven me había fijado en que ningún periódico cuenta nunca con fidelidad cómo suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. (…) En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas «líneas de partido». (…) Estas cosas me parecen aterradoras, porque me hacen creer que incluso la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo…” George Orwell
7 ENERO 2021
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