EL MAPA DE LOS DÍAS
30. SÁBADO (30 de Enero de 2021) I
Naty, Charlie y yo hemos decidido ir a los alrededores de la ciudad a pasear y hacer alguna fotografía (Charlie no, no sabe utilizar ninguna cámara, pero acompaña mucho). Hemos dejado el coche al lado de un puente antiguo. Luego, bajando un empinado camino, hemos llegado al río, que bajaba furioso, rugiendo en las presas. Es uno de los paseos más interesantes que se puede dar por los alrededores de la ciudad sin salir de ella. El río es una barrera natural, encajado entre vertiginosas alturas de piedra. Todo este entorno está muy bien diseñado. Jehová puede que dejara instrucciones sobre el lugar a Adán, Eva o cualquiera de sus descendientes: -aquí deberéis construir una ciudad-. En algún momento de los milenios posteriores (es una ciudad verdaderamente antigua) alguien obedeció las indicaciones del sumo hacedor y la fundaron. Fue un acierto. Estética y turísticamente siempre ha funcionado muy bien; en otro orden de cosas, no tanto. Su orografía, perfiles, textura, coloración, y la luz, sobre todo la luz, han sido un privilegio a lo largo de los tiempos. El único problema hemos sido sus habitantes; no hemos sido capaces de elevarla hasta la categoría de ciudad mítica y tan solo hemos conseguido colocarla en el apartado de “ciudad bonita”, según dicen las agencias de viaje y los propios turistas. Bien es verdad que ha pasado por momentos de esplendor, pero han sido fases muy acotadas y fugaces. La hicieron grande los romanos, con su magnífica arquitectura; los visigodos, que la colocaron en el centro mismo de su hegemonía política, religiosa y cultural; los árabes también la honraron con la construcción de enclaves singulares de gran belleza; los primeros reyes cristianos, Alfonso X el Sabio, la situó en el mapa como referente cultural del mundo occidental en el cambio de milenio anterior, con la creación de la célebre Escuela de Traductores (de ahí vino la monserga mantenida desde hace mucho tiempo de la ciudad de las tres culturas, que como eslogan está bastante bien pensado); luego, Carlos I la señaló como capital del imperio, bien es verdad que tan solo un rato. A partir de ese momento (mediados del siglo XVI) todo ha sido caída libre y conjugación de todas las formas posibles de nostalgia y profusión de postales. Aunque, a finales del siglo XIX, la honraron viajeros célebres: Gustavo Adolfo Bécquer, Maurice Barrés, Rilke, Pérez Galdós, y algunos otros, ya en el siglo XX, como Ortega y Gasset, Marañón o Racionero. También fue significativo el acercamiento de algunos de los artistas de la generación del veintisiete (La orden de Toledo: Lorca, Dalí, Buñuel, Alberti…) que, aunque tan solo vinieran de farras, la ciudad les gustaba mucho y la pusieron en el mapa cultural de la época. Sin olvidar a Luis Buñuel, que rodó en ella Tristana, que tanto me gusta. No obstante, el alma de mi ciudad se sustenta en la nostalgia: siempre mirando hacia atrás, como su única razón de ser y estar en el mundo. Lo que no me explico es como los que hemos nacido en ella no hemos mutado morfológicamente y no tenemos la cabeza mirando en el sentido de nuestra espalda…
La fotografía: El veintisiete de enero pasado, traje al diario una fotografía de mil novecientos setenta y nueve, ganadora de un concurso fotográfico de la ciudad, junto con ésta y la de mañana. El hecho de que aparezcan en el diario, a pesar de que estaban en el montón de -descartadas-, es que hoy me ha dado por hablar de la ciudad, por lo del paseo de la mañana. A lo largo del itinerario realicé alguna que otra foto que dejaré para otro momento, porque tienen más de abstracciones que de descriptivo-naturalistas, que es lo que toca hoy.