ME GUSTAN LAS PISICINAS ABANDONADAS (y 3)
“Casi sin darme cuenta,
tanto de lo que amaba
ha ido abandonándome”.
José María Álvarez
Poco a poco, las piscinas se fueron alejando de mi vida hasta que dejé de mirarlas y comencé a detestarlas. Hace muchos años ya, una eternidad, que ni siquiera soporto la idea de meterme en una.
No, no se trata de un simple desinterés sino de una vivísima aversión. No sé por qué.
Sin embargo, mientras que el rechazo físico crecía, el estético aumentaba hasta convertirse en una fijación infalible. Abandonadas. Siempre abandonadas porque si no, No.
Aunque no las busque, nunca las rechazo.