COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS
DOS: Sobre la mentira
Detesto la mentira, aun reconociendo que la vida está empedrada de todo tipo de ellas, y que en muchos casos sirven para ir tirando socialmente; sobre todo por las omisiones o las valoraciones amables ¡¡¡qué bien te conservas!!!, me dicen a mí a veces, cuando la realidad es que soy un jodido viejo. Agradezco el cumplido con una cortés y descreída sonrisa. Otra cosa es que me dijeran: ¡¡¡qué viejo estás!!!, lo que habría considerado una descortesía innecesaria y casi insultante; luego todas las omisiones no hay porque considerarlas mentiras, sino convenciones que ayudan a que no nos matemos.
Muy distinta son las mentiras que se construyen por motivos simplemente vanidosos, para mejor lucir ante los demás. Esa clase de embustes los cultivan los tontos. Cuando diviso y sufro tan solo una vez a uno de esos imbéciles, y hay bastantes, me alejo a toda prisa con la mayor desconsideración hacia el mentecato de turno (te faltan al respeto intentando engañarte y eso no está bien, aunque sus mentiras sean tan solo bobadas).
Por último, nada hay más miserable y atroz que las mentiras que se construyen por intereses espurios y que benefician a los mentirosos y perjudican gravemente a terceros. Son acciones claramente delictivas que, aunque no haya ley escrita que las sancione (supongo), destruyen el acuerdo social y el honor de los afectados. España está gobernada por un mentiroso compulsivo, patológico, sin principios morales o de cualquier otro orden. Es una circunstancia que coloca a los ciudadanos en una grave situación de condenable indulgencia y deshonor por elegir y sostener a semejante sujeto.
“El mentiroso sabe que miente, pero ese tipo de personaje de sinceridades múltiples y contradictorias pertenece a otra categoría: la de los mitómanos. Es una patología. El mitómano es un mentiroso que ignora que lo es. Está convencido de que, al decir una cosa y luego la contraria, y después la contraria de las dos primeras, está diciendo lo mismo. Además, lo que dice aquí, allá y acullá está siempre condicionado por el interés que tiene en decir lo que dice. Sus palabras están al servicio de su toxicidad. Una de las demostraciones de que es un mitómano es la negación que desencadena la prueba de su mitomanía. Pillado con las manos en la masa, negará que se trate de unas manos, que sean las suyas y que aquello sea una masa, y explicará que se trata de otra cosa, de una masa tal vez, pero con las manos de otro dentro”. Michel Onfray (Sabiduría)
La Fotografía: Encuentro un cierto parecido entre nuestro fraudulento y odioso mentiroso y el personaje de esta creación escultórica de Bucarest, que, curiosamente, es un homenaje al circo.