DIARIO ÍNTIMO (7)
Los amigos olvidados (6)
Viernes, diez de septiembre de dos mil veintiuno
Tampoco sé porque está Y., aquí, en este capítulo de pecios humanos de mi vida. Quizá porque la que debería estar es Harumi, japonesa como ella, que sí fue una gran amiga (ambas, entre ellas, lo eran). Harumi es imposible que esté por dos razones: la primera porque murió en 2010, y la segunda porque no tengo fotografías suyas. Grandísimo y craso descuido por mi parte.
A Y., la conocí a través de Harumi en los dramáticos momentos de la enfermedad de Masao, y, después, los años que vivimos la enfermedad de nuestra amiga y la recogida de sus cosas después de su muerte en Japón. Tuvimos bastante relación, siempre amabilísima, confiada, cariñosa y sonriente. Aprecio mucho a Y., pero hace ahora siete años que no nos vemos, a pesar de vivir en la misma ciudad. Sí, es un poco tonto que la incluya en este capítulo a no ser por el cariño que siento por ella y porque en nuestra memoria tenemos trabados a dos personas excepcionales: Masao y Harumi.
Como no creo que volvamos a vernos y tampoco hablarnos, lo que no dará pie a que reconstruyamos tiempos pasados. Me despido de ella aquí, en el diario, para dejar constancia de que para mí fue una mujer con la que bordeamos el maravilloso estadio de la amistad sin penetrar del todo; muy probablemente por mi única culpa.