EL DÍA DE LOS EPÍLOGOS 6.
Ha sido el mes más complicado del diario de este año.
Sin duda.
Nueve días donde he contado la separación entre Naty y yo, después de treinta y uno años juntos.
Desgarradora experiencia.
El reto era ser sincero, apartar capas y capas de espesas veladuras de tiempo y subjetividad para llegar a la imagen última, la más aproximada posible a una difícil verdad. Luché a cuerpo limpio con mi pena y con la imperiosa necesidad de no engañarme. La experiencia era demasiado importante como para conjugar complacencias y disimulos. Si la derrota era total, el relato debería ser veraz, porque si no, no merecía la pena esforzarse en decir.
Aun sabiendo que un intento como el que he asumido es imposible porque siempre quedarán niveles de consciencia, de experiencias, de texturas del tiempo, de emociones, de sentimientos, que permanecerán ocultos para siempre. Nadie puede ser omnisciente. Yo tampoco.
Para mí, era necesario hacerlo para ofrecer una cierta resistencia al olvido. He intentado, a través de ocho capítulos y una coda, homenajear la historia de pareja entre Naty y yo, de la que estoy muy orgulloso porque ha sido excepcional. A pesar de mis dudas estoy satisfecho de esta crónica triste, que tanto me ha costado escribir. No obstante, sé y no sé que lo dicho es tan solo pura apariencia y que la verdad se encuentra más abajo, más honda, más profunda y que las causas más ciertas pueden habitar en la maraña de infinitas posibilidades que ofrece un hecho complejo y probablemente no llegue a saberlas nunca. No obstante, no renunciaré todavía a seguir indagando (interrogándome), lentamente, en el tiempo.
Cinco días dedicados a cinco películas de las vistas en el mes.
Seis días a relatar una noche de insomnio, de las muchas que he tenido en este último mes. La tristeza de la separación ha hecho que mis hábitos y ciclos de sueño cambien. Se han reducido en torno a dos horas. Todavía no sé si eso será bueno o malo.
Un día he dedicado al viaje frustrado por un estúpido accidente. Otro a una llamada inesperada de apoyo anímico e íntimo de un amigo, cariñosa y tremendamente gratificante. Agradecí mucho la solidaridad de mi amigo, algo desenfocado ahora.
Y, hablando de amigos, este mes he despedido a seis (ya se habían ido hace mucho tiempo), pero he necesitado solemnizarlo mediante fotografías y textos. Han sido seis días dedicados a una especie ceremonia del Adiós (ninguno ha muerto). Me quedan algunos más, pero ya lo iré haciendo, poco a poco. Recapitular una cierta nostalgia es pedalear cuesta arriba.
La Fotografía: Retrato en tonos serios, sobrios, con un cierto matiz dramático. Mi vida no está para bromas ahora.