MONÓLOGOS SOBRE ARTE
Capítulo dos (1): La máquina Magritte
Dieciocho de Septiembre de dos mil veintiuno, Sábado. Museo Thyssen Bornemisza, Madrid.
“Ignoro la auténtica razón que tengo para pintar, lo mismo que ignoro la razón que hay para vivir y morir…” René Magritte
Siempre me ha interesado mucho Magritte como artista, tanto por sus pinturas como por el corpus filosófico, poético y conceptual de su mundo creativo. Fue un artista capaz, no solo de pintar obras únicas e inolvidables, que no se parecían a ninguna otra; sino, además, de desplegar un mundo construido a partir de reflexión, intuición y talento. Palabras y teorías que ensanchaban, no solo su obra, si no el mundo del arte y de la creación pictórica. Siempre me he relacionado con su obra desde la más incondicional admiración y el más rendido asombro.
No, no estoy diciendo nada original, ni especialmente perspicaz, y, por supuesto, nuevo. Pero yo no fui un sábado del mes pasado a averiguar nada que no supiera, si no a disfrutar, sin más. Lo hice sobradamente, por supuesto. Un inmenso placer.
La exposición comenzó con una originalísima pintura del propio Magritte pintando a su mujer, y ambos, pintor y modelo, unidos por el pincel que trabajaba en la representación del brazo que le quedaba por pintar. Brillantísima idea, de una ejecución hiperrealista, precisa, de un alcance filosófico y un brillante estudio sobre la percepción de lo real que se proyecta a una dimensión y sustancia poética de una belleza misteriosa y única.
A partir de esa primera imagen que me cautivó, no porque no la conociera, sino porque estaba allí, frente a mí, y porque fue un insuperable prolegómeno para todo lo que vino después. Muchas obras en esta exposición, de gran nivel prácticamente todas, salvo unas poquitas que no alcanzaron para mí el grado de superiores. Es inevitable que algo así suceda, la conformidad absoluta no sé si es imposible o simplemente mitómana e idiota.
Ahora, dos días después de haber visto la exposición, no sé cuántos días de diario me saldrán sobre la exposición (con este debería bastar), no obstante, si continuo (luego la profusión estropeará un poco la impresión), lo que sí haré es incluir una o varias citas de Magritte, cada día, para sí complementar y completar mi propia idea sobre su obra…
“Entonces imaginaba que los propios objetos debían revelar elocuentemente su existencia, y buscaba poner de manifiesto lo que llamamos realidad. La realidad… Muchos hablan de ella con tanta confianza como si la conocieran”. René Magritte
La Fotografía: Sospecho que llevo haciendo fotos “Magritte” desde que tuve entre mis manos la primera cámara y me dispuse a fotografiar con propósitos (sobre todo al principio). Ahora, honestamente, soy incapaz de saber si lo imitaba o, simplemente, es que las intenciones me salían de ese tenor, sin pensar. No tengo ni idea de si ya conocía algo de la obra de este artista cuando empecé a fotografiar (probablemente sí, porque tengo una edición de 1978 (editorial Blume), de título homónimo de la que es autor Harry Torczyner. No obstante, entonces, cuando fotografiaba, yo era puro instinto, tan solo pensaba en crear imágenes a borbotones. En absoluto tenía la capacidad de teorizar sobre lo que hacía: era un zoquete que no sabía absolutamente de nada, ahora tampoco, pero disimulo mejor. Es el propio Magritte el que me salva de tanto despropósito cuando dice: “Tengo que… esperar la inspiración: lo que imagino deliberadamente me da náuseas”. René Magritte