MONÓLOGOS SOBRE ARTE
Capítulo dos (y 4): La máquina Magritte
Dieciocho de Septiembre de dos mil veintiuno, Sábado. Museo Thyssen Bornemisza, Madrid.
La muestra estaba bien concebida y desplegada a lo largo de varias salas. Ordenada temáticamente en algunos apartados conceptuales: Rostro y máscara, Imagen y palabra, Delirios de grandeza, Mimetismo, Megalomanía y quizá algún otro capítulo del que no tomé nota y no me acuerdo ahora.
“Desde mi primera exposición, en 1926 (…) he pintado un millar de cuadros, pero no he concebido más que un centenar de imágenes: es mi manera de precisar mejor el misterio, de poseerlo mejor”.
Magritte definió su pintura como un “un arte de pensar”.
“El arte de pintar, tal como yo lo concibo, representan los objetos de tal manera que resisten a las interpretaciones habituales”. Magritte
También lo expresó de este otro modo: Cartela: “La esencia de un objeto se revela cuando lo ponemos en una situación insólita, incompatible con nuestra experiencia habitual. Así nos muestra las cosas como si las viéramos por primera vez y, como dice el propio pintor: Las cosas están habitualmente tan ocultadas por su utilización que, al verlas un instante, nos da la sensación de conocer el secreto del universo”.
Sí, este engañoso ejercicio de prestidigitación icónica es un poderoso ejercicio de metapoética visual. Abre perspectivas sin límites desde los que se pueden vislumbrar el lado oculto, no solo de los objetos, sino de la propia acepción del mundo del autor. Ese fascinante modo de conjugar objetos, espacio, tiempo y todo al mismo tiempo, mediante mágicas representaciones es lo que me cautivo desde el primer momento que supe de la obra de este inmenso artista…
La Fotografía: Si sobre las primeras fotografías que realicé en mi vida me caben dudas de la influencia de Magritte en mi modo de llegar a unas determinadas imágenes, en esta serie que realicé hace tan solo poco más de dos años no cabe ninguna, son un plagio descarado a las varias obras que hizo Magritte utilizando pinturas sobre caballetes e integrando el cuadro en el paisaje: La condición humana, La cascada, Nubes, El arco del triunfo, Los paseos de Euclides… Solo puedo decir en mi defensa que la concepción de determinadas fotografías, como la de hoy, no responden a un proceso secuencial, a saber: –voy a copiar un cuadro de Magritte-; si no que siempre han sido procesos circunstanciales o sobrevenidos, como por ejemplo, el cuadro que aparece es de un pintor amigo, que heredé cuando falleció, y que consideré que fotografiarlo como se ve (al modo magrittiano), era el mejor modo de homenajear la obra de mi amigo de un estilo y sentido estético del que yo participaba sin reservas.