DIGRESIÓN DIEZ. Dani Karavan. Israel (2020). Documental biográfico. Guion y dirección: Barak Heymann. Protagonista absoluto: Dani Karavan (y una pequeña intervención de Wim Wenders (amigable y admirador) y de un transeúnte anónimo (crítico y polemista).
En unos segundos, nada más empezar, supe que Dani me iba a caer horriblemente mal y que difícilmente me iba a convencer su obra. A lo largo de los ochenta minutos que dura el documental, me reafirmé en lo primero y rectifiqué en lo segundo.
A medida que la cámara sigue a este viejo cascarrabias (90 años), al que no conocía de nada, y tampoco sus obras (por lo de mi proverbial incultura que tanto me empobrece), fue resultándome profundamente antipático, estúpido más bien, al mismo tiempo que le reconocía un gran talento en la combinación de capacidades artísticas: escultura, arquitectura, diseño, jardinería, urbanismo y algunas otras tangenciales, como el dibujo o la música. Se podría decir que es un artista de alma renacentista a la hora de concebir y materializar sus obras. Los espacios intervenidos por Dani Karavan integran el propio espacio (generalmente urbano) para el que han sido creados, los elementos que los componen, desde volúmenes de hormigón, estructuras metálicas, agua o plantas, y todo ello construido desde un sentido filosófico, histórico, artístico y político. Es un hombre muy cercano a planteamientos políticos polémicos y reivindicativos; para él, el arte es político, o él, al menos, lo es.
Uno de los momentos más brillantes del documental, tanto estética como intelectualmente es una conversación que mantiene con Wim Wenders, ambos sentados en un círculo de sillas de altos respaldos, obra del propio Karavan, hablando sobre arte y ética. Dice Wenders, en ese maravilloso momento, sutil y precioso: “Solo la moralidad en nuestras acciones puede dar belleza y dignidad a nuestra vida”. Mientras, el dichoso Karavan, ni siquiera en ese momento de intimismo tranquilo, consigue bajarse de su pedestal de vanidad y soberbia. Obviamente, en ningún momento se le pasa por la cabeza, por las cosas que dice, cuestionar su talento o el acierto artístico de alguna de sus obras, todo lo contrario. Le dice al entrevistador al principio del documental, con una petulancia rayana en la grosería, algo así como: -eso usted nunca podrá entenderlo, porque solo podemos entenderlo los artistas- es decir él y poca gente más, quizá Picasso porque a continuación se refiere al Guernica, como modelo de obra comprometida, –mira tú por dónde-.
Me pregunto: ¿Dónde habita en el alma de los supuestos artistas, la indubitable certeza de que lo son? No tengo ni la más remota idea, dado que, de algún modo, creer serlo es atribuirse una condición cuasi divina (poder de crear lo increado); y una vez conseguido pensar que lo creado tiene esa condición divina y no es, tan solo, una bazofia, una puñetera y prescindible mierda (eso a Karavan no le ha pasado en ningún momento de su dilatada vida, seguro). No pudo caerme peor semejante fantoche. Aunque, sí, objetivamente reconozco que sus obras tienen la condición de Arte Grande.
La Fotografía: Dani charlando más o menos relajado con Wim Wenders y, claro, el subtítulo es suyo. A su edad debía haber aprendido ya que el poder del olvido en el tiempo es infalible, fatídico e infinito.
30 OCTUBRE 2021
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