COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS
ONCE: Le Flânerie y la fotografía
En su poética del Flâneur, Benjamín dice que el paseante sufre un estado alterado de conciencia que llama “embriaguez anamnética”. Sergio del Molino (Contra la España vacía).
Fotografiar, en la mayoría de los casos es “Flânear”. Aunque con matices. El fotógrafo con propósitos se apropia del concepto con intenciones un tanto espurias. Sí, porque su intención es fotografiar y el modo o la técnica, o más bien el estilo y actitud, es la del Flâneur, sin serlo del todo. Dicho de otro modo, los fotógrafos Flâneur somos unos impostores, porque tenemos un fin; mientras que el Flâneur no tiene ninguno y todos. Cuando camino con la cámara por ciudades desconocidas, es decir actúo de turista con intenciones productivas (hacer fotos, a ser posible artísticas) no dejo que mi mirada o imaginación vuelen libremente, sin ataduras ni sujeciones a nada, tan solo prendidas a la sagacidad de la mirada y a la intensidad sensible de las percepciones. No, está la cámara como interventora exigente, como encargada de evaluar productividades al final del día de deambulaciones exigentes.
Bien es verdad que la cámara ayuda a mantener el espíritu tenso, dispuesto a saltar como un depredador al cuello de la presa y apropiarse de ella fulgurante e incruentamente.
Los Flâneurs con cámara no debemos hacernos ilusiones, tan solo somos fotógrafos; los que tan solo llevan un bastón decimonónico o una actitud crédula y contemplativa, son poetas.
“La libertad del Flâneur se ejerce sobre el conocimiento de que toda finalidad es, en mayor o menor grado, imposición de sentido y dependencia, sacrificio de la frágil eternidad del presente (carpe díem). Vagar sin rumbo es la materialización de la libertad, que solo es posible como liberación de toda finalidad”. José Sánchez Tortosa.