28 DICIEMBRE 2021

© 2015 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2015
Localizacion
Berlín (Alemania)
Soporte de imagen
-120 MM- TRI-X 400 (800)
Fecha de diario
2021-12-28
Referencia
9865

DIARIO de las otras COSAS 27

Lunes, veintisiete de diciembre de dos mil veintiuno.
Hoy he amanecido muy temprano (a las seis o antes). Después del encarnizado y absurdo ataque de la vigilia ya no me he podido dormir. Me he levantado a las siete, junto con Míster Brown que ya llevaba un buen rato durmiendo a mi lado. A las siete y media, todavía de noche, hemos salido de casa para ir a pasear sin ganas. Un auténtico absurdo, porque si es así, pleno de desmotivación, es sumamente aburrido. Menos mal que me hago acompañar por mis audiciones literarias, que tanto me gustan (todas). Hoy he empezado Los peces de la amargura, de Fernando Aramburu. Espléndida en lo poco que llevo oído: directa, seca, sin florituras, apegada al hablar directo, natural y entrañable que rezuma humanidad y compasión. Lenguaje popular, auténtico, emocionante, hacia el que, al oírlo, solo se puede sentir empatía y cariño hacia las personas que así se expresan (es una de las ventajas de la literatura oída, que es más cercana). Aramburu se ha convertido en uno de mis autores de cabecera. Magnífico en todo lo que he leído (y oído) que ya es bastante (aunque sigo sin leer Patria). El motivo: prejuicio hacia lo netamente vasco, o, dicho de otra manera, aversión hacia aquel nacionalismo ciego, brutal, asesino (todos lo son), pero éste tiene connotaciones tan primarias que va mucho más allá de otros algo más arreglados culturalmente (quizá el catalán, o, el supuesto y desdibujado español).  No, no es solo por sus acciones sangrientas e insoportablemente injustas (matar a inocentes sin causa ni razón), sino, también, por la incomprensible crueldad hacía todo aquel que no piense como ellos. Probablemente , esas embrutecidas gentes, están inmersos en un estadio de conciencia emparentada con una era remota previa a la civilización humana. No sé porque estoy hablando ahora de nacionalismo y vascos, que tan poco me importan e interesan, tanto lo uno como los otros. Debe ser porque me lo ha sugerido el relato de Aramburu, tan escalofriante como creíble. Y, seguramente, porque en este momento no se me ocurre otra cosa sobre la que escribir.
La Fotografía: Manos y manos y manos. Las fotografié en el muro de Berlín y supuse que simbolizaban a las víctimas de ideologías y estados opresores. Siempre lo mismo: todos aquellos que se consideran en poder de algún tipo de verdad inmaculada, son capaces de torturar a sus semejantes, a sus vecinos y hasta sus hermanos, sin piedad y por nada verdaderamente importante, salvo por su ansia de poder infinita (lo manipuladores, los que auténticos beneficiarios del poder) y luego, los manipulados, los pobres desgraciados que entregan su sangre, su conciencia y su libertad a cambio de nada importante, salvo la de poder sostener su insignificancia.

Pepe Fuentes ·