DIARIO DE REVELADO
TREINTA Y DOS, del dos de febrero de dos mil veintidós.
…Sí, siento un creciente malestar con el ejercicio de mi New Age fotográfica, a pesar de reconocer que la versatilidad ha aumentado exponencialmente. Quizá porque ya no me siento fotógrafo, sino otra cosa que todavía no he acertado a nombrar. Quizá si lo hiciera (los nombres ayudan a sobrevivir) y me bautizara, por ejemplo, como, “pixélgrafo” que suena horrible y además no sé si tendría que llevar acento y dónde, o algo parecido, tal vez me sintiera mejor. Este asunto me suena a broma pesada.
Ahora, las imágenes creadas a partir de cámaras y píxeles (o como quieran llamarse ahora los haluros), son mucho más divertidas y creativas. Para entender esa incontrovertible verdad tan solo hay que echar un vistazo a Instagram para comprobar lo condenadamente buenos que son todos los que publican sus fotos en esa Red Social. Al menos las fotos que yo veo. Nada más abrir la aplicación y durante un ratito me dedico a dar con entusiasmo -me gusta- a todas las que me aparecen, y así hasta que me canso y lo dejo, aunque seguirían gustándome todas, seguro.
La Fotografía: Incluso yo, un dinosaurio con cuarenta años de actividad analógica a mis espaldas, revelo fotos como la de hoy (impensable para mí hace tan solo año y medio), en la que hasta Charlie Brown parece un perrito extraterrestre. ¡¡¡qué creativo todo!!! Y que poco fotográfico. Entiéndaseme, quiero decir fotográfico de antes.