LOS DÍAS (1)
Domingo, trece de marzo de dos mil veintidós
HOY este diario cumple dieciocho años. No habrá Celebración, ni Invitados, ni Tarta ni Nada.
Tampoco nadie me llamará para felicitarme. No hace falta.
Yo tampoco lo celebraré.
Mi diario no importa a casi nadie, aunque me sorprende que siga interesándole a mi antiguo amigo Manolo, que sé que lo ve y lo lee. También a Naty, que de vez en cuando me llama o me envía un mensaje para que corrija una frase (durante diecisiete años y medio fue la correctora del diario además de revelar digitalmente las fotografías, ya no, claro; ahora me he quedado solo en el empeño).
Curiosamente, de un tiempo a esta parte, desde Alemania hay una entrada estable, diaria. No desfallece ni un solo día. No sé quién podrá ser, pero, de cualquier modo, dada su inexplicable fidelidad, se trata de una persona hacia la que siento toda la empatía del mundo y pienso en ella de vez en cuando, aunque no tenga ni idea de quién pueda ser.
Cuando también se canse y no vuelva a aparecer por esta página lo sentiré. Nadie permanece mucho tiempo frecuentando estas atolondradas entradas (salvo Naty y Manolo, y ahora el alemán o alemana).
Además de estas tres personas la media de entradas diaria es tan solo de en torno a doce, y nada más (quizá haya personas fieles y permanentes, pero como son todas de España, no puedo suponer de dónde son ya que el sistema de información no las ubica pormenorizadamente). La publicación de este diario en absoluto tiene que ver con valores cuantitativos, sino con la existencia de alguien al otro lado. Aunque tan solo sea una sola persona, ya me vale así. Poquitos, pero cercanos, sin necesidad de darnos el tostón para mantenernos atentos.
Dejaré el diario cuando no pueda más y últimamente he pensado seriamente en hacerlo, precisamente ayer, que se cerraba un ciclo de dieciocho años exacto, pero decidí que No, que todavía No.
Así que hoy, esta entrada, es la correspondiente a dieciocho años y un día (coño, parece una condena penal). Es simbólica porque significa la mayoría de edad. Sería el momento de que me desprendiera de este tutelaje (me observo y cuido desde estas entradas con sacrosanta puntualidad), pero, dado que mi proceso de maduración es lento, todavía no estoy listo para saltar del nido. Seguramente no sobreviviría.
Bien es verdad que, si no entrara absolutamente nadie a mirar lo que hago, no tendría más remedio que dejarlo. Ya veremos como acaba esta historia.
La Fotografía: El pájaro o el artefacto (quizá sea un dron), que ya vuela solo. Todavía no puedo alcanzar ese cielo tan azul poblado de nubes magrittianas, que tanto me han gustado siempre. «la vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida», que escribió Oscar Wilde, en la Decadencia de la mentira.