DIARIO DE VIAJE: A Sicilia
Día Tres (29.03.2022)
Ésta es la ofrenda que el arte nos hace: animarnos a atravesar el paisaje de la vida sin dejar de preguntarnos acerca de su sentido. Francisco Calvo Serraller
… Creo recordar que tardamos algo más de una hora en llegar hasta la Villa Romana de Casale, patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1997. Lo que había que ver allí: una magnífica colección de mosaicos, perfectamente conservados a través del tiempo gracias a una capa de barro, producto de una inundación antigua. “Entre las ruinas de la Villa Casale se individualizan cuatro núcleos diferentes, conectados entre sí: la entrada monumental o atrio; el cuerpo central de la villa, con jardín y estanque en el centro; el complejo del triclinium precedida de un peristilo ovoide circundado a su vez por un grupo de estancias; y el complejo termal, con un sistema de caldeamiento de los baños” (la descripción no es mía, la he copiado de alguna parte). Muchas de las dependencias están pavimentadas con mosaicos formados por teselas coloreadas. “El posible propietario fue un tal Lucio Aradio Valerio Próculo Populonio, gobernador de Sicilia entre los años 327 y 331 y cónsul romano en el año 340”. Había escenas de caza, de pesca o de circo y de la vida cotidiana y social de la época en el imperio. Los más famosos son los conocidos como las «chicas en bikini», ganadoras de competiciones deportivas.
Curiosamente, todo lo escrito más arriba parece sacado de una guía de viaje (y lo es casi todo). Me lo podría haber ahorrado; pero como también es propósito de este relato de viaje referenciar por donde íbamos pasando, pues eso, lo incluyo, aunque desganadamente. También es cierto que antes de llegar a la villa tenía el mayor de los escepticismos, ya que, por lo que sea, a mí los mosaicos me gustan poco o casi nada. Quizá porque, tontamente, los asocio a los puzles, entretenimiento insulso y horroroso. Una vez en el interior, tuve que cambiar de opinión rápidamente (no me costó nada) porque me impresionó la calidad y el interés de todas las escenas representadas. Naturalmente, recorrimos toda la villa y reconozco cuanto me gustó y asombró…
La Fotografía: Hice algunas fotografías de los mosaicos, por hacer, pero no porque las condiciones: visión cenital y escasa iluminación propiciara un mínimo interés fotográfico. A la vuelta las borré todas.
No así las que hice de las varias esculturas en mármol de Igor Mitoraj, repartidas por el recinto. Tenían el máximo interés artístico para mí, plenas de sugestión y belleza. De un figurativismo entroncado en un concepto clásico grecorromano, incorporaba detalles disruptivos que conectaban con un simbolismo propio de las vanguardias y de orden surrealista. Disfruté mucho con las obras de Mitoraj, especialmente al fotografiarlas (probablemente más que con los mosaicos).