DIARIO DE VIAJE: A Sicilia
Día Cinco (31.03.2022)
… Anonadados por la belleza del Duomo de Monreale nada nos quedaba por hacer allí.
Nos dirigimos hacia Palermo, ciudad en la que teníamos muchas expectativas. Dado que se encuentra muy cerca, no tardamos nada en llegar, salvo que la entrada resultó muy complicada ya que el hotel se encontraba en pleno centro de la zona peatonal (una vez más). Inadvertidamente, nos metimos en zona de un célebre mercado callejero (peatonal, claro) del centro y la situación empezó a ser verdaderamente comprometida para nosotros. Nos pusimos algo nerviosos, más bien muy nerviosos. Por fin conseguimos salir y decidimos dejar el coche en una zona limítrofe, cerca de la Porta Nuova, y también de las catacumbas de los Capuchinos (quería cerciorarme de que estaba cerrada, y sí, lo estaba).
Momentáneamente, nos olvidamos del contratiempo y comenzamos a callejear con calma por el centro histórico. Visitamos la Catedral y algún que otro templo, pero, fundamentalmente, deambulamos.
Tomamos un aperitivo en una terraza, justo al lado del Hotel. Gestionamos el acercamiento del coche a un parking colindante (en el hotel fueron especialmente amables).
A media tarde ese aspecto estaba resuelto. Curiosamente, y en contra de lo que nos venía pasando en días anteriores, en la ciudad más grande y en la que creíamos tener más puntos de referencia que en ningún otro, no sabíamos exactamente qué hacer.
Decidimos dar un paseo hasta el puerto, nos sentamos a charlar tranquilamente en un banco al sol, viendo llegar e irse cruceros de turistas. La estancia en Palermo empezaba a ser aburrida, al menos para mí.
A la caída de la tarde y mientras anochecía, nos dejamos llevar despaciosamente por calles y callejas. Nos acercamos a ver desde fuera el gran teatro Massimo. Imponente por su arquitectura y tamaño.
Cenamos en una terraza. El día había acabado con ciertos sobresaltos y también con una casi imperceptible decepción, especialmente por no haber podido visitar la cripta de los Capuchinos…
La Fotografía: Los perros de chapa tomaron la Universidad. Allí estaban, muchos, ocupando el vestíbulo, el patio, escaleras, por todos los sitios. Eran animales lánguidos, tristes, desmadejados y, aparentemente, con escasa fe en el género humano y lo que estos sean capaces de aportar a su especie, a sí mismos, y mucho menos al género animal. A mí me pareció eso, a Carmen no lo sé, porque ni me lo dijo ni lo comentamos.