LOS DÍAS (9)
Sábado, treinta de abril de dos mil veintidós
… La siguiente parada que hice fue en la ermita, era la víspera de la fiesta grande de esa Virgen, es decir la romería que se celebraría al día siguiente (a la que tengo pensado asistir). En la entrada de un patio que da entrada a la ermita había un cartel que anunciaba la posibilidad de hacerse “hermano” de la cofradía, tan solo por cuatro euros al año. Me pareció tan barato que me dieron ganas de apuntarme; pero de pronto caí en la cuenta de que yo era ateo, luego no podía permitirme hacerlo. No lo hice. En el recinto entró un matrimonio maduro en chándal a los que se les notaba un devastador aburrimiento a larga distancia (bueno, eso solo lo supongo), se colocaron frente a la puerta de entrada, frente a la virgen iluminada al fondo, y pareció que rezaban concentradamente, envarados e inmóviles. Me fui de allí para evitar que la Virgen hiciera un milagro conmigo: convertirme a la “creencia” verdadera (todas lo son, está en su naturaleza).
En mi familia materna esta Virgen tenía fama de milagrera: el hermano de mi madre, mi tío, cuando era un niño, en un día de romería se cayó desde una piedra alta y se abrió la cabeza como si fuera una sandía, le tuvieron que dar cincuenta y dos puntos (no sé porque me acuerdo de eso). Sobrevivió sin problemas ni secuelas (que yo sepa). Para mi familia fue gracias a la intercesión de la Virgen. A partir de ahí, mi abuela, mi madre y mi tío hicieron la promesa, mientras vivieran, de ir todos los años a misa a la ermita en agradecimiento. Mi abuela y mi madre así lo hicieron. Mi tío, no lo sé. Yo tengo mi propia idea de lo que sucedió, pero no hace falta que la cuente…
La Fotografía: Ya la he descrito más arriba. El matrimonio de creyentes con la Virgen de los milagros particulares al fondo.