LOS DÍAS (10)
Sábado, treinta de abril de dos mil veintidós
… Seguí avanzando en el sentido del reloj. La configuración de la ciudad iba cambiando a mi paso y ritmo, al otro lado del río. Solo la miraba de vez en cuando de reojo, sin hacerla demasiado caso. Ahora está muy crecida porque su mejor época es la primavera. Vienen muchos turistas en mayo a visitarla y fotografiarla.
Mi peripatético discurrir no me estaba aportando nada en especial, interiormente, se entiende, porque en cuanto a lo que veía ya lo había visto muchas veces antes, así que debía ser por eso o porque no me concentraba lo suficiente. No, no me pasaba lo que menciona Juan Tallón, en Obra maestra, a propósito de un supuesto testimonio del escultor Richard Serra: “…una percepción del mundo temporal que permite la meditación mientras se pasea al modo de los filósofos clásicos o de los monjes medievales en torno al claustro. No se está frente al paisaje sino en el paisaje. El espacio y el tiempo y su aprehensión experimental son inseparables en este tipo de experiencias del movimiento.»…
La Fotografía: En la barriada del puente de San Martín, a punto de finalizar la “Vuelta al Valle” me encontré con una casa abandonada que tenía una ventana entreabierta. Miré en su interior y fotografié, claro. Pero la foto me ha salido fatal, un asco de fotografía porque el umbral de luz era muy bajo y todo estaba muy sucio, aunque eran interesantes las fotos de familia que se habían dejado enmarcadas encima de un mueble. Seguí caminando, torcí a la derecha según iba, y bajé hasta la orilla del río. Hice esta fotografía y otras, todas muy bonitas, de máquinas de asfaltar de hierro abandonadas y que deben ser de principio del siglo pasado.