DIARIO DE VIAJE: A Teruel
Día 2.3 Martes (17.05.2022)
… Después de casi dos horas en el Castillo, me dediqué a callejear. Me senté en una terraza a comerme un bocadillo de carne en salsa con una cerveza. Observé de reojo, y tal vez con escasa curiosidad, escenas callejeras del pueblo. Dos mujeres maduras se sentaron en la mesa de al lado y hablaron de sus hechos cotidianos y de otras personas conocidas por ambas; otra que pasaba por la calle entabló conversación con una que se encontraba en un balcón y hablaron de plantas; dos jubilados se tomaban una cerveza en una mesa un poco más alejada y uno dijo a otro que se paró a saludarlos que él el único ejercicio que hacía era levantar la botella de cerveza. Lo acompañó con el gesto y aprovechó para dar un trago de la botella. Cosas así, sencillas, sin complicaciones; y yo, mientras, terminé mi bocadillo y mi cerveza (también muy sencillo lo mío). Me levanté y continué caminando. Subí a otra colina donde se desplegaba una muralla con dos torreones desde donde se divisaba el castillo grande y el pueblo.
De Mora de Rubielos a Rubielos de Mora (12 Km). Llegué a mediodía. Paré en un bar de la plaza a tomar un café con hielo (hacía bastante calor). El edificio religioso de mayor interés era la excolegiata de Santa María, pero se encontraba cerrada. Callejeé un poco, pero no sentí especial interés, probablemente fue culpa mía.
La Fotografía: Disfruté fotografiando la plaza de toros demediada, de Rubielos de Mora. Probablemente hacía tiempo que no se celebraban festejos en ella. No lo supe, pero me pareció un lugar que emanaba melancolía y una cierta tristeza que irradian los lugares olvidados, perdidos ya para siempre, salvo si, por un instante, lo fotografías y luego, también, los olvidas.