DIARIO DE VIAJE: A Teruel
Día 5.1 Viernes (20.05.2022)
… Me levanté en el mesón de la Dolores a las siete de la mañana. Me duché y me afeité, esto último tenía que ver con el hecho de que conocería a Carmen (habíamos quedado a las siete y media de la tarde, en Pozuelo de Alarcón).
Me dirigí paseando despacio hacia donde tenía el coche. Paré en una cafetería a desayunar y lo hice en la terraza. Esta vez, al lado, me tocaron tres policías nacionales, dos hombres y una mujer. Mantuvieron una conversación tediosa, sin ningún interés (por ejemplo, del vértigo que tenían unos y no tenían otros y cosas así, de ese calado espiritual estaba el cuerpo de policía en Calatayud esa mañana).
Llegué al Monasterio de Piedra a las 9:30. Pagué la entrada (16 €) y lo primero que visité fue el parque natural, exuberante: grutas, frondosa y muy verde vegetación, agua por doquier que se desparramaba por todos lados en cascadas, algunas en muy altos desniveles. Una de ellas, especialmente espectacular por su fuerza y gran caída, permitía acompañar el agua tumultuosa a través de unas empinadas y umbrosas escaleras desde las que se podía ver el precipitado violento al lado mismo del agua (cuando bajabas el torrente lo hacía contigo, pero más deprisa; cuando subías te cruzabas y te provocaba un cierto vértigo medroso). A medida que recorría el itinerario, perfectamente dirigido y bien señalizado, fotografiando de vez en cuando, me preguntaba, ingenuamente, de dónde salía tanta agua y, además, tan artísticamente (mi simpleza no tiene límites).
Sobre esta característica de mi ser y estar, tan pegajosa, inútil y molesta, parafraseo a Buñuel: “El paranoico, como el poeta, nace, no se hace”. Al simple le pasa exactamente lo mismo…
La Fotografía: Sala capitular gótica (S. XII), centro neurálgico de la vida monástica. Mantiene un maravilloso esplendor (restaurado, supongo).