LOS DÍAS (29.1)
Miércoles, diecisiete de agosto de dos mil veintidós
Llevas demasiado tiempo sin fotografiar -me dije-, conminatoriamente.
Asentí en silencio. No se me ocurrió ni un solo argumento que diluyera la advertencia y ni siquiera la aplazara.
Como estoy en una fase deconstructiva, podría haberme encogido de hombros y haber seguido con mi rutina diaria: caminar desganadamente por la senda del río durante siete kilómetros, con las manos vacías y mis auriculares en las orejas. Ahora estoy oyendo con ganas Aniquilación, de Michel Houellebecq, mi cínico preferido. Siempre leo con sumo interés y placer a este autor. Esta última novela narra un momento (yo diría que terminal) de una familia que se descompone en la Francia de 2027, inmersa en una incontenible crisis de valores, metáfora de nuestra civilización occidental (Francia existe para representar su papel de eterna metáfora de la grandeza y la decadencia y todo al mismo tiempo). Mientras, nosotros, seguiremos siendo los desarrapados de Europa que, en el mejor de los casos, tan solo podremos aspirar a ser una mala metáfora de cualquier cosa, da igual cuál, o ni siquiera eso. Lo malo que tienen los audiolibros es que no he aprendido a “pillar” las citas (esta obra contiene muchísimas, todas jugosas, exuberantes, plena de buen tino y lucidez). Ahora sería el momento de colocar una, es así como me gusta adornar este insustancial diario …
La Fotografía: El caso es que la reconvención que me hice a las siete y media de la mañana hizo que cogiera la cámara, dos objetivos, e incluso el trípode y me largara al campo a fotografiar un poco. Esta es una de las seis fotos que hice y que revelé por la tarde; así, sin más, simplemente.