LOS DÍAS (29.2)
Miércoles, diecisiete de agosto de dos mil veintidós
… No llevaba conmigo a Mi Charlie (estaba con Naty).
La única diferencia entre mis días es que unos convivo con Mi Charlie y otros no. Por lo demás todo igual: camino todas las mañanas temprano; luego al estudio (de no estudiar nada) hasta la hora de comer; después, breve siesta y lectura; a las cinco otra vez al estudio; y finalmente cena y película. Once y media me acuesto, otro rato de lectura e intento dormir, bien, claro; pero tan solo me sale regular. Pero no es porque la conciencia me atormente, o sí. En todo caso sería la consciencia del momento de mi vida en el que me encuentro. No sé.
No cambio nada de este ordenado desorden, es más, estoy plenamente satisfecho y encantado con el hecho de haber sabido inhibir al mundo de cualquier deseo o intención de relacionarse conmigo. El mundo allí, yo aquí. Todos en paz, todos contentos.
Vuelvo al campo fotográfico: llevé algo de atrezo que coloqué en un posible lugar para fotografiar; no lo hice porque el sol ya estaba alto. Lo dejé allí, seguro de que nadie me lo quitaría porque carece de valor. Echo de menos mis sesiones performativas en pleno campo solitario, mi escenario natural y preferido. Quizá en otoño pueda retomarlo, aunque tan solo si estoy tranquilo y a ser posible ilusionado, por algo, lo que sea.
La Fotografía: Forma parte de las fotografías realizadas en un escenario reducido, impremeditadamente, y que son consecuencia de la observación del lugar, de la luz de esa hora e incluso minuto; en otro momento lumínico la foto sería otra e incluso imposible. Creo que, aun siendo de interés para mí por la distribución de los espacios de color y la conformación de los volúmenes; poco más hay en ella. O quizá lo que hay sea suficiente e incluso interesante, pero eso yo no alcanzo a saberlo.