DIARIO ÍNTIMO 36 (1)
Sábado, diecisiete de septiembre de dos mil veintidós
-lo que saben y no saben dos amantes que no lo fueron ni lo serán nunca-
Amanece y camino, ni despacio ni deprisa. Comunión absoluta con la naturaleza. Me siento bien, con mi mejor estado de ánimo (más allá no llego). Susurro a mi móvil recuerdos y sentimientos. De vez en cuando: Mario Levrero. A veces entiendo muy bien a Levrero; otras, nada en absoluto.
–Dijo Ella, en un último mensaje, que sus hijos con cinco añitos tenían tan poco control emocional como yo ahora.
–Yo no dije nada (ya no escribiré ningún mensaje para Ella). Sin embargo, pensé para mis adentros y susurré: -qué lástima que no me haya situado en un tiempo prenatal, habría sido fascinante que me hubiera convertido en un nonato-. La habría amado eternamente.
–Dijo Ella, en un último mensaje, -Es por esa misma inconsciencia que, después de cada actuación magistral por tu parte, vuelves a escribirme una y otra vez–
–Yo no dije nada (ya no escribiré ningún mensaje para Ella). Sin embargo, pensé para mis adentros y susurré: mi inconsistencia no me impide saber que quiero seguir escribiéndola, aunque ya no pueda. Procuraré no hacerlo. Lo que ella no sabe es que sigue necesitando mis mensajes, aunque jamás lo reconocería.
–Dijo Ella, en un último mensaje: –Que tú no sólo eres así, sino que estás encantado de conocerte y más aún, de no reconocerte-
–Yo no dije nada (ya no escribiré ningún mensaje para Ella). Sí, tiene razón, estoy encantado conmigo mismo; aunque sea mi propio torturador. Eso forma parte de la puesta en escena del hecho de vivir. Sin espectáculo la vida es un puñetero asco, aburrida, plana, estúpida, ridícula y sin sentido. Ella eso sí lo sabe porque también hace de la suya una atracción de luz y color (y tinieblas, que no quiere ver ni reconocer). Sí, un espectáculo, pero tan solo para su uso personal. No hay invitados, o sí, pero yo nunca he estado en su lista.
-Dijo Ella, en un último mensaje: –Sé que no las puedes evitar (salidas de tono) … cómo tampoco puedes evitar volver a mí-
–Yo no dije nada (ya no escribiré ningún mensaje para Ella). No sé, eso todavía no lo sé, estoy en pleno proceso postoperatorio de despojamiento y no sé cómo evolucionaré. En este momento me siento bien y tengo fe en mi capacidad de regeneración. Lo que ella no sabe todavía es que tampoco podrá evitar intentar volver, pero ya no habrá nadie en el lugar de encuentro.
–Dijo Ella, en un último mensaje. –No, no voy a escucharte. No voy a darte ese gusto, porque no es la honestidad de un ser humano lo que voy a oír, sino una más de tus egocéntricas puestas en escena. De esas que no salen en tu diario, ese que escribes para poder justificarte en las pesadumbres y miserias de tu atormentado personaje, todo ese otro lado mezquino que ves en ti cuando te miras al espejo y del que jamás hablarás, aunque me consta que lo reconoces-
–Yo no dije nada (ya no escribiré ningún mensaje para Ella). Verdaderamente, aunque quisiera, nada puedo decir ante el descarnado retrato que me hizo. Seguramente tiene razón en todo, qué más da. Da igual ser egocéntrico o no; ser miserable o no; ser mezquino o no. Bastante tengo con sacar adelante mi vida como puedo cada día. Con lo único que debo quedarme y me quedo es que no quiere escucharme. Es lo único que me importa y que lamento. Además, me siento muy honrado con que una mujer de tan clara inteligencia y talento literario (escribe estupendamente), me dedique una atención que, a tenor de mis miserias (siempre según ella), indudablemente, no merezco.
Creo que haré un descanso hasta mañana porque este relato de malas decisiones todavía da más de sí…
La Fotografía: Habla por sí sola, una.