LOS DÍAS (33.2)
Domingo, cuatro de septiembre de dos mil veintidós
… Luego a otro parque, el de La Vega, de gratísimo recuerdo para mí porque era donde se celebraba la “feria” en el mes de agosto, con multitud de atracciones y donde los adolescentes despertábamos a la maravillosa aventura de jugar al encuentro del amor, o simplemente ligar, dando vueltas incesantemente en círculo por los paseos repletos de atracciones y barracones de fortuna (tómbolas y tiro al blanco). Ahora, desde hace muchos años ya, los paseos están tristes, solitarios, pobremente ajardinados y medio abandonados donde solo pasean unos pocos cansados y decrépitos viejos. La Vega fue un lugar mágico, épico, maravilloso, en los años sesenta y setenta, que yo recuerde. El parque estaba unido, indefectiblemente, a experiencias luminosas, festivas y a los emocionantes y balbucientes deseos. Cada vez que doy una vuelta por sus paseos me acomete una arrasadora nostalgia…
La Fotografía: Del parque me dirigí al remonte mecánico que sube hasta la vertiente oeste de la ciudad, donde empieza por ese punto cardinal, junto al gran edificio de la Diputación Provincial. El tipo de la fotografía, completamente rapado ascendía por el artilugio mecánico circunspecto y solo; bien podría ser yo mismo, pero no, observando con detenimiento la imagen he concluido que no; primero porque parece más joven, más estable y sólido anímicamente y porque, y esto es absolutamente determinante, no llevaba ninguna cámara y yo sí.