DIARIO DE VIAJE: Al Sudoeste
Domingo: 25.09.2022
EPÍLOGO
“Quien dentro del mundo ama a su prójimo, no actúa más justa ni más injustamente que quien dentro del mundo se ama a sí mismo. Solo queda por resolver la cuestión de si lo primero es posible…”. Franz Kafka
Eso me parece (lo que dice Kafka). Yo no salgo de viaje para encontrarme con nadie, porque no siento especial amor hacia el prójimo, más bien lo contrario. A priori, y teóricamente, dentro del vasto mundo de los otros, compuesto por hombres y mujeres (también animales, y entiéndase esto en el más amplio sentido del término); teóricamente me gustan más las mujeres que los hombres, sencillamente porque ellas pueden solucionar un aspecto básico de mis necesidades vitales y elementales, la sexualidad. Aunque, ahora, como ya están escasamente interesadas en ayudarme en ese aspecto, mi relación con ellas tiende a equipararse con la que siento hacia los hombres (no entraré a considerar aquí a los animales, no es aplicable, aunque ahora ya duerma con Mi Charlie).
Bien, una vez matizado el aspecto relacional humano mediante la digresión anterior; diré que el viaje ha estado bien, estupendamente diría.
Partí con una hoja de ruta preestablecida que, a medida que avanzaba, me di cuenta de que no podría cumplir con el itinerario e hitos fijados. En el preciso instante que fui consciente de esa circunstancia, me relajé y me dije -bien, pepe, solo haz lo que el tiempo te cunda y permita, lo demás, pues nada, no lo haces o no vas, y punto- Eso hice.
En Extremadura, especialmente en la provincia de Badajoz, objetivo principal, me dejé algunos pueblos sin visitar; pero, sobre todo, no hice la ruta de los pueblos blancos de la provincia de Cádiz. Ya lo haré y si no, pues no.
Lo más importante es que no acudieron a acompañarme contratiempos de importancia, salvo algunos desencuentros entre el navegador y yo, pero tan solo fueron anecdóticos.
Los hoteles, unos buenos (gracias a mi hijo); otros regulares y alguno muy malo. En cuanto a las comidas, lo mismo.
Lo más importante ha sido que, como dijo Kafka, me he amado a mí mismo. O dicho de otro modo, me he sentido cómodo en mi compañía, sin ansiedad, indulgente y complacido. Hasta disfrutón a veces (inhabitual en mí).
Siete días ha durado la “road movie”. El viaje había terminado. Salí de Cádiz a las nueve. Llegué a mi casa a las tres de la tarde (600 Km), sin contratiempos y algo de cansancio, no demasiado.
A saber cuándo volveré a viajar, pero lo haré, sin duda y además de este modo: con total y absoluta libertad de movimientos, sin otro condicionante que mis propias limitaciones.
La Fotografía: Minas de Rio Tinto (ya expliqué de qué iba este asunto de los árboles metalizados). Hasta todo tipo de proyecciones simbólicas tiene esta imagen y las demás que realicé. Aunque no, no son originales por mi intervención, sino que estaban allí para quien quisiera cogerlas, en un campo abandonado. Yo solo me limité a verlas, parar después de una cierta complicación en la maniobra de aproximación, fotografiar y después revelar. Cosa de poco. A veces, el único mérito de una fotografía es el de localizar y gestionar la opción de encuadrar y disparar (la fotografía en sí no es para tanto).