DIARIO DE VIAJE: Al Noreste
Día 2.6 Miércoles (05.10.2022)
El conjunto catedralicio de Tudela me había causado una emocionada impresión. Seguí la visita a la ciudad, callejeando terminé en la Plaza de los Fueros donde me senté a tomar un refresco y buscar hotel para esa noche, que aún no había gestionado. Fue gracioso que, mientras lo hacía, en la mesa de al lado, dos hombres, uno mayor y otro de mediana edad, charlaban de política, y el más joven se esforzó en hacer un encendido panegírico de Franco de lo más convincente, comparándolo con el momento actual. Y eso, allí, al otro lado de la frontera. Me lo pasé estupendamente oyéndolos. No participé en la conversación, por supuesto.
En cuanto al hotel, primero intenté buscarlo en Calahorra (La Rioja), pero no encontré, por lo que tuve que conformarme con otro pueblo cercano, Azagra, todavía al otro lado, en Navarra. El hotel contratado resultó muy malo, angosto y con un estado de conservación lamentable. A las ocho y media decidí darme un a vuelta y buscar un restaurante o bar para cenar. Resultó inútil. Finalmente di con un bar inhóspito, endiabladamente feo y oscuro, en el que lo único que tenían para comer eran las tapas con las que acompañaban las cervezas, todas, sin excepción, pringosas y pasadas de día. Al bar fueron llegando parroquianos habituales a ver un partido de fútbol del Real Madrid (los únicos que llevaban camisetas del Madrid, eran chicos negros). Se acomodaron en las mesas y se dispusieron a ejercer de hinchas. Salí de allí horrorizado, sin apenas comer nada. El pueblo, ya de noche, era oscuro y desapacible. Menos mal que mantuve una larga conversación con Carmen, de cuestiones que a ambos nos interesaban, que me salvó la vida en ese momento.
El día había resultado magnífico de principio a fin, desde Borja hasta la Catedral de Tudela, pasando por Tarazona y, sobre todo, por Trasmoz y el Monasterio de Veruela…
La Fotografía: Catedral de Tudela. La Virgen Blanca (s XII), románica. Conserva parte de su policromía. Fotográficamente me interesó, sobre todo por la iluminación del altar combinada con la estática austeridad de la Virgen. Supongo que no resulta fácil rezar a imágenes así, tan hieráticas que no sugieren humanidad y tampoco divinidad. Menos mal que yo, a esa prueba, no me someto nunca.