23 ENERO 2023

© 2013 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2013
Localizacion
El Alamín, Villa del Prado (España)
Soporte de imagen
-120 ILFORD SFX 200 (100)
Fecha de diario
2023-01-23
Referencia
6486

DIARIO ANALÓGICO
El aburrimiento 2
Viernes, veinte de enero de dos mil veintitrés

“Un imbécil no se aburre nunca: se contempla”. Remy de Gourmont.
… Como dije ayer, yo No me aburro Nunca, prefiero la desesperación y la contemplación obsesiva. Y sí, la cuota mínima de imbecilidad la cubro, y hasta la supero a todas horas del día y de la noche.
Dato biográfico nítidamente retenido en mi memoria: Debía tener tres o cuatro años y vivía en una casa solitaria en un inhóspito cerro pedregoso (éramos desoladoramente pobres). Era el único niño en muchos kilómetros a la redonda; y así un día y otro, todos los días de mi vida de entonces. Recuerdo que perseguía a mi madre constantemente: “madre, me aburro, qué hago”, a lo que ella me respondía cualquier cosa que se la ocurría y que a mí no me servía de nada. Entonces, hostigaba a mi perra Cuca intentando que jugara conmigo. Ella lo evitaba escondiéndose. Buscarla se convertía en el juego del escondite, eso sí, un poco desesperado para ambos. Hasta los seis años que empecé a ir al colegio mi vida fue así, diariamente. Desde entonces no me he vuelto a aburrir (creo). A esa dura experiencia se la podría llamar, complacidamente: -la soledad, o la forja de un carácter-.
La naturaleza de esa personalidad consistió, sobre todo, en saber que en la vida todo, absolutamente todo, dependería de mí, y con esa convicción a cuestas no cabe el aburrimiento.
El hecho de que no me aburra no me libra de que pueda ser un tipo aburrido, a pesar de que me tranquilice Charles Bukowski: “… Pero, mira, solo se aburre la gente aburrida. Tienen que andar estimulándose continuamente para sentirse vivos”.
La Fotografía: Contaré algo supuestamente divertido en la realización de la serie del cuadríptico fotográfico que estoy desplegando. Dispuse mi atrezo en una habitación de una casa abandonada en un pueblo abandonado, bastante distante de mi casa (generalmente la toma siempre la hago solo, salvo cuando a veces me ayudaba Naty), y me puse a actuar alocadamente, como siempre, sirviéndome del retardador de disparo de mi vieja Mamiya RB67. De pronto, en medio de la puesta en escena, volví la cabeza y allí estaba un individuo bastante viejo, apoyado en el alfeizar de una ventana observando mis maniobras seriamente y en absoluto silencio. Me quité la máscara que no le había asustado en absoluto y azorado traté de entablar una sensata conversación con él (nada de lo que yo estaba haciendo lo era). Me llamó la atención que a él no le extrañó nada el espectáculo porque ni siquiera lo mencionó. Se lo agradecí. Debió captar y comprender mi “rollo terapéutico-existencial”.

Pepe Fuentes ·