EL DÍA DE LOS EPÍLOGOS 22
El diario empezó con Los días, cómo no, si a fin de cuentas eso, y solo eso será lo que constituya el año. Una sucesión de cuentas de rosario, tan previsibles, monótonas y fatídicas como un diagnóstico temible.
Que no cunda el pánico porque, finalmente llegará la primavera, quiero pensar.
Este capítulo, tan socorrido siempre para tapar la vía de agua del paso del tiempo, ha ocupado nueve días, con las cosas que suelo contar en él, avatares de andar por casa.
Dos días para las misceláneas, casi siempre dedicado a cosas de la cultura, de la que me voy alejando en la medida de que cada vez, verdaderamente, me interesa todo menos.
Los Microviajes, tres días porque solo he realizado uno, cerca, a Aranjuez. Solo duró una mañana, quizá la mejor del mes.
Normalmente, en el diario mensual suele haber dos capítulos más importantes que los demás y siempre, uno de los dos, es el Íntimo porque en él derramo cuestiones emocionales, sentimentales y aparentemente más importantes que las demás porque pueden afectar a mi inestable equilibrio. Pero, luego, una vez visto con la conveniente perspectiva, resulta que no, que casi todo lo que cuento se queda en chismorreos. La vida llevada a su máxima expresión: una enorme e informe masa de banales farfulleos. Este mes he mantenido bajo control este resbaladizo asunto “íntimo”, tan solo he ocupado cuatro días.
El asunto más importante del mes, en el que he ocupado nada menos que doce días, ha sido un nuevo invento: Diario Analógico, este sí que es gordo y trascendente porque ocupa el aspecto fotográfico más importante de mi actividad en ese campo: el soporte físico-químico que se podía tocar y hasta acariciar. Era todo tan bonito, quimérico, mágico, heroico, mítico y hasta oloroso en aquella época, que nunca, absolutamente nunca, lo viejos fotógrafos gozaremos tanto con este maravilloso lenguaje de la fotografía como entonces. Un ejercicio impregnado de melancolía por todo cuanto he gozado en mi “cuarto oscuro” o “alquímico”. Pero, eso sí, yo no soy un viejo inmovilista, porque ahora estoy enamorado del soporte digital. O, dicho de otro modo, para que se entienda contundentemente: si se trata de follar, prefiero mujeres jóvenes. Doce días he empleado en este apartado, en el que de lo que menos hablo es de fotografía porque lo hago de otras cosas que creo importantes. Eso sí, se llama analógico porque solo utilizaré fotos en ese soporte. Un capricho.
La Fotografía: De una serie que creamos Naty y yo, titulada El Sexagenario, con motivo de mis sesenta años, naturalmente realizada en soporte analógico. Naty hizo la toma; las muecas las puse yo, revelé y positivé; aunque este revelado de hoy es digital sobre el previo, químico.