ADENTRÁNDOME EN LAS TINIEBLAS XIII
Domingo, veintinueve de enero de 2023
“Con la edad, muchos hombres caen en cierto autismo de testosterona que se manifiesta en una lenta pérdida de la inteligencia social y de la capacidad para comunicarse con otras personas, la cual afecta también a la capacidad de formular pensamientos”. Olga Tokarczuk
¡¡¡vaya radiografía que me ha hecho la Tokzarcuk!!!
En plena travesía hacia la oscuridad soy sensible y víctima declarada de lo que afirma la autora (Premio Nóbel 2019, y ya sexagenaria, como yo). No comprendo como ella solo se refiere únicamente a los hombres (bastantes, según ella); si esa misma reflexión la hubiera hecho extensible a las mujeres tendría que haber empleado el absoluto: Todas.
Pretendo, a partir de hoy, traer al diario un bloque compacto sobre la vejez (más o menos, dentro de mi habitual desorden). Muchas experiencias vitales humanas, quizá la mayoría, se viven a lo largo del tiempo eludiendo lo espinoso, lo desasosegante, lo que antes o después dolerá. Vivir siempre detrás del parapeto, camuflados en la trinchera, como si lo que no se enuncia no existiera. Supongo que, en su simpleza, tienen razón, pero yo, con esas gentes, nunca he terminado de entenderme.
Sí, durante seis días me ocuparé de la vejez. Ahora no tengo ni idea de qué me va a salir, porque de la vejez entiendo poco, tan solo la soporto (mal).
Probablemente, porque ya soy viejo; puede parecer un recurso fácil escribir sobre ella, pero no. Eso será siempre mentira. La vejez nunca puede aceptarse de buen grado, a no ser que seas imbécil.
Siempre he sido sensible al paso del tiempo, y, en consecuencia, a la edad.
Utilizaré citas, como siempre que me enfrento a un tema que me supera ampliamente, y este es el caso de los próximos días…
La Fotografía: Creyente sexagenario (o septuagenario) uno. Sospecho que este bloque del capítulo se sustentará, básica y esencialmente en fotografías, todas ellas de sexagenarios desenfocados, convencidos que alcanzarán la vida eterna (si no, no tendría sentido). Qué le puede importar a un afortunado creyente sin sombra de duda la vejez y la muerte, me pregunto, y me respondo: Nada. Al otro lado les espera lo mejor de haber nacido: la vida eterna (si no han pecado demasiado, si no, no, según dicen, puesto que entonces no serán perdonados).