ADENTRÁNDOME EN LAS TINIEBLAS XIV
Lunes, treinta de enero de 2023
“¿Quién dijo que la mayor sorpresa en la vida es la vejez? me preguntó. No lo sabía. Jamás había oído esa frase, pero quizá tenía razón. La vejez podía resultar más inesperada que la propia muerte. Algo que superaba la imaginación, como si alguien nos dijera de pronto que nuestra existencia tanto social como biológica ya no era necesaria en este mundo”. Haruki Murakami
Sí, la cita de Murakami es certera, se la hizo a los sesenta y nueve años (precisamente), con todo el sentido del mundo, en La Muerte del Comendador (2017). No sé cómo se sentirá ahora, con setenta y cuatro. Quizá lo hizo porque en ese momento se encontraba en plena epifanía, en pleno tránsito de un estadio a otro. También, me encuentro en ese momento, no en vano este capítulo sobre tinieblas y caminos sin retorno se me ha ocurrido hace tan solo tres meses.
¿Cuándo sucede, en qué momento, qué hecho significativo tiene que pasar para asumir que estás ahí? Hundido ya en el fango de la más ominosa y prescindible decadencia.
Esta pregunta no es pertinente para nadie que no haya alcanzado ese estadio en su vida.
Ellos, están a salvo ahora, por el momento, de ese insidioso enigma…
Dice César Antonio Molina “…La vejez empieza de golpe…”. No me lo creo. La línea divisoria no sucede en una noche, ni mientras merendamos, o como consecuencia de un “gatillazo” cualquiera.
Se me ocurren otras preguntas al respecto que pueden enriquecer la percepción, como: ¿de dónde venimos cuando pasamos la línea? Y ¿dónde nos instalamos una vez pasada la frontera? O, ¿Qué es ser viejo? Y algunas más: ¿Se es viejo para unas cosas sí y para otras no? ¿Llegamos ahí, a esa premuerte, cuando lo somos en todos los aspectos posibles o con que lo seamos en uno solo, ya lo somos en todos los demás? No tengo ni idea en general, es imposible tenerla. Solo, en todo caso, podría hablar de mi propio proceso. Y ahora es cuando me toca ser impreciso y, probablemente, mentir, aunque de buena fe. Todavía no me siento un viejo, es más, me percibo como un hombre que todavía no ha llegado al último tramo de su vida, y, a veces, me siento hasta pletórico, sin todavía adivinar el fin del camino. Estoy persuadido que es así, aunque muy probablemente me mienta.
Releyendo el párrafo anterior, me digo, cuidado: “La vejez existe cuando se empieza decir: nunca me he sentido tan joven”. Jules Renard
La Fotografía: Creyente sexagenario (o septuagenario) dos. Aquí siguen estas provectas y presuntuosas criaturas, desenfocadas todas por la tristeza con la que pasean al sol su desesperanzada fe, quiero pensar, a pesar de su boato grandilocuente que bordea el indecoroso exhibicionismo.